Había salido de viaje al terminar el turno, la idea de arañar horas al sueño y amanecer en mi cama de Asturias, aunque fuera tarde, me pudo. A medida que caía la noche, la autopista se había ido quedando en calma. Escuchaba música en la radio cuando, surgido de la nada, apareció frente a mí el Kamikaze. Los focos me deslumbraron. Logré esquivarlo de un volantazo.
Miré por el espejo retrovisor, atrás, a la carretera marchando, sintiendo que yo era ya mi pasado, que el futuro estaba sucediendo a mis espaldas.