Como si de una nebulosa se tratara, nadie puede precisar el primer encuentro
entre Marilyn Monroe y Frank Sinatra pero, la más aceptada,
es una cena en el famoso restaurante hollywoodense Romanoff's, en el
año 1954. Aunque once años les separaban, dos de las mayores celebridades del
siglo XX parecían destinadas a cruzar sus caminos. En algún momento, los dos
fueron almas extraviadas, los dos, almas gemelas que se comprendieron, se
aceptaron y sin más alarde, se amaron porque necesitaban consolarse o se
consolaron porque necesitaban amarse. Aunque Marilyn siempre había sido
admiradora incondicional de Frank Sinatra y de su música y solía acudir a sus
conciertos, no fue hasta octubre de 1954, cuando la actriz rompió su matrimonio
con el jugador Joe DiMaggio, que se acercó más amistosamente al cantante, quien
también atravesaba su particular crisis con Ava Gardner. Se entendieron porque
se necesitaban mutuamente. Ambos estaban destrozados por sus respectivas
pérdidas y durante un tiempo, no hubo ningún contacto sexual, solo compañía,
soledad compartida, juergas y comprensión.
Según palabras del actor y miembro de Rat Pack, Joey Bishop, durante
un concierto que Sinatra ofreció a finales de la década de los cincuenta,
mientras él estaba realizando el monólogo de apertura, apareció entre el
público Marilyn Monroe y todo el público, por supuesto, dejó de atender a
Bishop. No quedaba un sitio libre en todo el local, así que le sacaron una
silla y la instalaron en primera fila. Entonces Joey Bishop la miró fijamente a
los ojos y exclamó: «Creí haberte dicho que me esperases en la furgoneta». Ella
comenzó a reír como sólo Marilyn sabía hacerlo y gritó «¡que entre ya Franky!».
Por aquel entonces ella y Sinatra iban juntos a todas partes pero raramente se
dejaban fotografiar. A los amigos de Sinatra les parecía muy extraño que entre
una de las mujeres más deseadas y el mejor cantante del momento no existiese
más que una limpia amistad pero, en ese momento, ni Marilyn ni Frank
necesitaban nada más. En cualquier caso, todo cambió durante una temporada
larga (más de un mes) que la actriz pasó en casa de Sinatra. Durante la
madrugada, Frank se despertó y fue a la cocina donde encontró a Marilyn
completamente desnuda (como solía ir siempre por la casa) frente a la nevera,
mordisqueándose el dedo meñique e intentando decidirse entre un zumo de naranja
o un pomelo. «¡Oh, Frankie! No sabía que te levantaras tan temprano»,
exclamó Marilyn. Ese fue el final de cualquier amor platónico que hubiera entre
ellos ya que, ese mismo instante, hicieron el amor contra la puerta de la
nevera. Ese fue el principio de una larga relación íntima, llena de idas y
venidas, de altibajos, de luces y sombras, pero que perduró hasta la muerte de
Marilyn Monroe, en 1962.
Frank y Marilyn se amaron de la misma manera. El cantante, según sus
propias palabras, pensaba que era una mujer inteligente, ingeniosa, sexy y
excitante. Marilyn creyó realmente que su destino era el matrimonio con Sinatra
pero, quizá, esa fatídica noche de 1962 lo evitó para siempre. Y la única razón
por la que Frank Sinatra no se tomó más en serio su relación con Marilyn fue
porque, según él, todavía se sentía destrozado por culpa de Ava, era demasiado
pronto y, además, se había jurado no compartir su vida nunca más con otra
actriz. Pero, en definitiva, ahí estuvo después Mia Farrow. Lo que a Sinatra
realmente le fascinaba o le atraía de la actriz era su fragilidad, al igual que
había sentido por Kim Novak o Judy Garland, pero
multiplicado por mil. Frank veía reflejadas sus debilidades, como en un espejo,
cuando miraba a Marilyn.
Pero a pesar de que actriz y cantante acabaran teniendo una relación
sólida, la actitud de Frank Sinatra, antes de intimar con Marilyn, fue
desconcertante y una vez más, desafortunada. El cantante había fraguado amistad
también con Joe DiMaggio, cuando este era el marido de Mariyln Monroe, según
las malas lenguas, para acercarse más a la actriz. Una vez separados, DiMaggio
se enteró que Sinatra alojaba en su casa a Marilyn, montó en cólera y retiró el
saludo al cantante. Pero una noche del 5 de noviembre de 1954, antes de retirarse
el saludo mutuamente, DiMaggio telefoneó a Sinatra ya que, según sus
informaciones, estaba pasando unos días en Hollywood. El jugador de béisbol
necesitaba que Frank le acompañara al hotel donde estaba alojada, en West
Hollywood, Marilyn Monroe. La intención de DiMaggio era sorprender a Marilyn
teniendo relaciones sexuales con una amiga y así, reunir pruebas en contra para
el proceso de divorcio. El problema fue que Frank Sinatra y Joe DiMaggio
irrumpieron en la habitación equivocada, cámara fotográfica en mano y fueron
demandados por una mujer de treinta y siete años que estuvo a punto de sufrir
un infarto. La demanda fue de 200.000 dólares pero DiMaggio y Sinatra le
pagaron, fuera de los tribunales, 7.500 y la mujer aceptó. Realmente Marilyn
Monroe se hospedaba en ese mismo hotel, pero en el piso de arriba y estaba,
efectivamente manteniendo relaciones sexuales, pero no con una amiga (aunque sí
que lo hizo en repetidas ocasiones) sino con el pianista Hal Schaefer. Al final
el asunto se solucionó casi sin repercusión mediática, aunque la revista
sensacionalista Confidential sacó partido de la información tres años
más tarde. Marilyn recordaría más tarde el incidente como «una mala pasada
para Frank Sinatra, que se dejó llevar por DiMaggio».
Fue a finales de la década de los cincuenta, y a principios de los sesenta
cuando Marilyn y Frank mantuvieron una relación más estable, basada en
compasión mutua e intereses comunes. Incluso durante el matrimonio de Marilyn
con Arthur Miller (que duró de 1956 a 1960), siguieron viéndose a escondidas.
Los dos se hallaban en un mismo nivel de comprensión y podían pasar horas y horas
hablando sobre literatura, arte o política. También en el terreno sexual, fue
una pareja innovadora. En una ocasión, Frank, Marilyn y una mujer de color se
encerraron en la habitación de un hotel para tener un encuentro sexual en
grupo. Pero el trío no funcionó ya que, según Jimmy Withing (amigo de
la pareja) la mujer de color y Marilyn empezaron a montárselo entre ellas y
Frank se puso furioso. Otras veces, en mitad de una fiesta, solían desaparecer
por alguna discreta puerta trasera para acceder a la azotea del hotel y hacer
el amor a la intemperie, algo a lo que acabaron aficionándose. A principios de
1962 Marilyn contaba con treinta y cinco años y Frank Sinatra, cuarenta y seis.
En febrero de dicho año, Marilyn que ya había terminado su relación con John
Fitzgerald Kennedy, empezó un pequeño idilio con su hermano Robert, algo que
nunca se llegó a demostrar y de lo que Frank nunca se enteró, ya que la actriz
fue siempre muy reservada en sus relaciones con los Kennedy, a pesar de que
todo había llegado gracias al cantante. En cualquier caso, Frank y Marilyn
comenzaron a hacer vida social, iban juntos a todas partes, se hospedaban en la
misma habitación, prácticamente eran inseparables. Sin embargo, pocas veces
admitían que les fotografiaran juntos. En más de una ocasión, Frank acabó
enfrentándose con los fotógrafos e incluso llegaban órdenes del
propio Sands de Las Vegas (donde se organizaban la mayoría de las
fiestas), de que se permitía fotografiar cualquier persona o habitáculo del
hotel excepto al señor Sinatra junto a la señorita Monroe. Marilyn solía acabar
todas las fiestas tambaleándose, borracha. Frank Sinatra en este aspecto, como
ya hiciera con Judy Garland, le mostraba su desaprobación diciéndole que le
molestaba profundamente su adicción al alcohol, a las pastillas y su fuerte
naturaleza autodestructiva, algo que el propio cantante ya había experimentado
en sus propias carnes.
En verano de 1962 Frank Sinatra inició su gira mundial benéfica ALL
OF GOD’S CHILDREN que terminó visiblemente afectado y tras romper su fugaz
relación con Juliet Prowse, retomó su relación con Marilyn Monroe,
cuya vida se hallaba sumida en el más absoluto caos y su carrera
cinematográfica entraba una crisis definitiva. Tanto es así que Sinatra
consideró seriamente la idea de contraer matrimonio con la actriz. Además,
ofreció un millón de dólares por los derechos de la película Nacida
ayer (Born yesterday), para protagonizarla él mismo junto a Marilyn en el
papel de Judy Holliday. Finalmente nunca se llevó a cabo el proyecto. Por
aquella época la pareja pasó unos días en el yate del cantante, junto a otros
amigos del Rat Pack entre los que se encontraba Dean Martin. El estado de
Marilyn durante esos días en el mar era lamentable (como se puede advertir en
las fotografías), pues no dejaba de beber en ningún momento. De hecho, Sinatra
tuvo que pedirle que abandonara el yate y alojarla en un hotel del primer
puerto donde atracaron.
Tras el incidente del yate, Marilyn Monroe acudió a pasar un fin de semana
en la casa que Frank Sinatra tenía en Palm Springs. Ese mismo fin de semana, el
cantante fue invitado a un almuerzo en la Casa Blanca, invitación que rechazó
ya que Marilyn había salido de compras y había desaparecido. Frank estaba
preocupado, no sólo por la seguridad de la actriz, sino por quién sería su
compañía. En esta época, según el representante Milt Ebbins, Sinatra
estaba realmente enamorado de Marilyn y le pidió matrimonio, abiertamente. Al
parecer, en ese momento, Marilyn rechazó a Sinatra. Del 27 al 29 de julio, una
semana antes de la muerte de Marilyn, la actriz se alojaba en el Cal-Neva
Lodge, complejo residencial del que Sinatra era propietario, en el chalet
número 25 Dos semanas antes, se rumoreaba que Marilyn había abortado pero,
cuando Frank le preguntó por el tema, la actriz lo negó todo. Se supo que,
durante su estancia en Cal-Neva, Marilyn alternó con su exmarido Joe DiMaggio
(que se alojaba en otro hotel para esconderse de Sinatra) y con el
gánster Sam Giancana. Apenas probó bocado, bebió todo lo que pudo y sufrió
una intoxicación, una madrugada, en la que Sinatra montó en cólera. Según
fuentes del servicio del Cal-Neva que realizaban servicio esa misma noche,
Frank Sinatra llamó a los camareros del bar, desde la habitación de Marilyn y
gritó: «¡rápido, necesitamos café para el chalet número 25!». La escena
que se vivió en la habitación de Marilyn debió ser algo semejante a la escena
de El apartamento, cuando Jack Lemmon hace caminar
a Shirley MacLaine, después de haber ingerido un bote de pastillas, solo
que en esta ocasión, los protagonistas fueron Peter Lawford, Frank Sinatra y
Marilyn Monroe, y no se trataba de ninguna película. El médico del Cal-Neva
trató la indisposición de la señorita Monroe sin más informes médicos que una
simple complicación estomacal. Esta fue la última vez que Sinatra vio a Marilyn
Monroe. Al parecer, la noche de la intoxicación en el Cal-Neva, Frank Sinatra
se quedó en la habitación de Marilyn. Al día siguiente, intentó animarla a
empezar de nuevo, a sacar el máximo jugo a la vida. Pero Marilyn abandonó el
Cal-Neva y Frank nunca más la vio. Pero el cantante relataría esa última
conversación con Marilyn Monroe a Jilly Rizzo y Taraborrelli la plasmó en su
libro Sinatra: A su manera.
—¿Para qué molestarme? No voy a estar aquí mucho tiempo, Frankie.
— ¿De qué estás hablando? —quiso saber Sinatra.
—Me iré muy pronto. Pero no te preocupes, Frankie. Vendré a verte, en tus
sueños.
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