«Abd-el-MalIk, si no duermes,
Escucha a tu esclava Esma,
La que vino a tu palacio
Desde los montes de Armenia.
Sabrás que un hermoso niño
Todas las noches se acerca
A mí cuando estoy dormida,
Y con besos me despierta.
Yo no sé de dónde viene,
Viene de lejanas tierras,
Mas a ti se te parece,
Como si tú mismo fueras.
Tiene tu mirar de fuego
Y tu obscura cabellera.
Como tú los labios rojos,
Como tú la tez morena.
Sus brazos, con ser tan tiernos,
Tienen del león la fuerza,
Como hechos para empuñar
Las nobles armas de guerra.
Redondas y torneadas
son sus infantiles piernas,
Pero se agitan nerviosas,
Cual si un corcel oprimieran.
Su pecho débil suspira,
Mas su corazón golpea
Con brío, como el de un héroe,
Ciego en la lucha sangrienta.
Debe ser un hijo tuyo
El que a mi lecho se acerca,
Y cuando me ve dormida,
Con sus besos me despierta.
Abd-el-Mahk, si no duermes,
Escucha á tu esclava Esma,
La que vino á tu palacio
Desde los montes de Armenia».
Ángel Ganivet.
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