Cuando escuchas la palabra madre tiendes a pensar en la propia. Jamás
se te ocurre pensar en una madre cualquiera. Siempre es la de uno;
con su mirada y sus gestos, sus abrazos y sus guisos, en los momentos
que compartimos con ella. Si algo tienen las madres es que son únicas
incluso para cada uno de sus hijos, y deberían precisamente por este
motivo tener derecho a no envejecer, a no enfermar, a no faltar jamás y a
no tener nunca falta de nuestros abrazos.
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