LA GUARDIA DE ASALTO EN 1934
Sin embargo, el Cuerpo que proporcionalmente sufrió más bajas (más de la mitad, entre muertos y heridos), fue el de Asalto. Sobre todo los destacamentos traídos de fuera, empleados en salidas para tratar de auxiliar las situaciones comprometidas. Se había reforzado bastante en Asturias. Sus mandos sí parecían haber calibrado mejor la gravedad de la situación.
Bajo las órdenes del Gobernador Civil, fueron empleados en los primeros incidentes como grupos móviles en intentos de abortar las situaciones y ayudar a los cuarteles de la Guardia Civil. Sin embargo, cuando salieron lo hicieron a menudo sin conocer el terreno, lo que propició que se metieran de lleno en mortíferas emboscadas.
Hacia Langreo, nada más conocerse los primeros incidentes, partieron dos camiones.
El primero, al mando del teniente Arturo Martínez y Calderón de la Barca, con el objetivo de reforzar la Compañía de Alonso Nart en Sama y el otro, al mando del teniente José Ramos Cabello, a reforzar los puestos de la Guardia Civil del Nalón arriba.
Ambos llegaron a la Felguera (aún en estado de normalidad). Ramos se quedó allí unas horas, a la expectativa. Martínez, al intentar llegar a Sama, siguió de largo y pasó la población, llegando a Ciaño.
En esas primeras horas los revolucionarios se ocupaban y centraban exclusivamente en el cuartel, olvidando tomar otro tipo de precauciones (control de carreteras y accesos para prevenir la llegada de refuerzos). En Ciaño (3 Km. hacia arriba), Martínez, guiado por las explosiones, volvió hacia Sama pero, desconocedor del pueblo, entró de lleno en la plaza “Galán y García Hernández”, cayendo en pleno centro de la refriega. Recibieron sobre ellos la descarga de todas las armas, el conductor perdió el control y el camión se estrelló, muriendo tres guardias en el acto, a causa del golpe. El resto, herido o conmocionado, y en medio del caos, saltó e intentó ponerse a salvo, de noche y en un lugar que desconocían. El teniente Martínez consiguió reorganizar parte de sus hombres y entrar dentro del cuartel, donde unirían su suerte a la de los Guardias Civiles que lo ocupaban. El resto, perdido en Sama, irían cayendo muertos o heridos. Sólo habría tres prisioneros de este grupo.
El grupo del teniente Ramos, había quedado a la expectativa en la Felguera, pero viendo que allí no se producían ataques y alertado por la intensidad del tiroteo en Sama, decidió acudir en su ayuda. Su salida provocó que los cenetistas felguerinos empezaran a cercar el cuartel. En Sama fueron recibidos por intenso fuego. Ramos ordenó echar pie a tierra y organizó patrullas, ocupando las oficinas de la Unión Hullera y de ahí, pasaron al bar Miramar, a escasos metros del cuartel. Los intentos de cruzar la estrecha distancia que los separaba se saldó con tres guardias muertos. A mediodía del día 5, Ramos, aprovechando un descuido, logró pasar con un grupo, llevando la ametralladora y municiones (vital para que el cuartel siguiera aguantando). Rehechos ya los milicianos, los tres siguientes guardias que intentaron pasar, murieron. El resto quedó en el bar, continuando la lucha hasta media tarde, en que se rindieron los cinco que quedaban, quedando prisioneros en el propio bar. Como hemos visto anteriormente, fallecieron al día siguiente, cuando una granada lanzada por el grupo de Alonso Nart que intentaba romper el cerco, cayó dentro, con tan mala suerte para ellos, que hizo estallar la dinamita allí almacenada.
En Sama había un destacamento de la 18ª compañía (menos de una sección) al mando del teniente César García Iglesias. Estaba situada en el mismo edificio del Juzgado Municipal y de la comisaría de Policía. En la tarde del día 4, unos 10 Km. río arriba, en la localidad de El Entrego (donde extrañamente predominaba la CNT), los revolucionarios habían atacado a los guardias del coto minero para obtener sus armas. La Guardia Civil del puesto local salió y mantuvo tiroteos, hasta que tuvo que retirarse. El teniente Iglesias con un grupo de trece hombres (la mitad aproximadamente de su dotación), acudió en su ayuda. Tomó el mando, y con seis de Asalto y cuatro Guardias Civiles, mantuvo tiroteos con los revolucionarios en el monte cercano. En la madrugada del día 5, tras haber conseguido dispersarlos, con algún herido y algún prisionero, decidió regresar a Sama con seis hombres dejando siete de refuerzo con la Guardia Civil. Pero la revolución ya había estallado y al pasar por la localidad de Ciaño, fueron obligados a detenerse en la carretera, apresados, llevados de inmediato al cementerio y fusilados en el acto. Sólo escapó un guardia, al que consideraron muerto.
En Mieres había un destacamento de la 19ª compañía. Apenas empezaron los incidentes (asalto a una armería y asalto a la guardia municipal), salió un camión con diez guardias al mando de un sargento. Atacados desde todos lados, se refugiaron en el ayuntamiento. Allí resistieron un tiempo, hasta que con dos muertos y siete heridos, se rindieron. Solo estaba ileso el sargento. Le condujeron hasta el cuartel, para que les instara a rendirse, sin éxito. Continuó la lucha otro par de horas, hasta que tres guardias consiguieron huir y el resto se rindió.
Manolé Grossi, quien estuvo en primera línea dirigiendo a los sediciosos, sobre este hecho RELATA: «Nos encaminamos hacia el cuartel de los guardias de Asalto (a las ocho y media de la mañana, una vez tomado el Ayuntamiento). Por mi parte querría, si ello fuera posible, evitar la efusión de sangre. Tenemos en nuestro poder al sargento de los guardias de Asalto. Quizá pueda él influir para que se rindan estos sin lucha. Se lo digo. Él se niega alegando que no sabe lo que les tiene que decir. Redactamos una cuartilla y se la entrego para que la lea ante sus compañeros. Él muestra su conformidad.
Llegamos ante el cuartel. El sargento da lectura al escrito que acabo de entregarle. Tras una corta deliberación, los guardias de Asalto deciden rendirse sin lucha. Nos mandan para comunicárnoslo a un emisario. Está éste cumpliendo su cometido cuando un desgraciado apodado "Fantomas" le da un culatazo en la cabeza. Los otros guardias, que presencian la escena desde el cuartel, rompen inmediatamente el fuego contra nosotros, hiriendo a varios camaradas. Algunos mortalmente.
Nos encontramos a unos metros de la puerta del cuartel. Comprendemos que un retroceso en estas condiciones sería darles a los guardias la sensación de la derrota. Decidimos avanzar a toda costa. Nuestra decisión en el ataque se ve coronada por el éxito; diez minutos después logramos apoderarnos del cuartel. Han caído muertos todos los guardias que se encontraban en el interior del edificio. Sin el gesto imbécil de "Fantomas" se hubiera evitado este estúpido derramamiento de sangre».
En cuanto a la 18ª Compañía de Gijón, en la madrugada del día 5 fue enviada en auxilio de los cuarteles dependientes de la Línea de Villaviciosa. El propio capitán Díez de Lastra, mandaba el convoy. Cuando llegaron a Pola de Siero el cuartel ya había caído. Continuaron hacia Carbayín, pero 3 Km. antes, en Valdesoto, recibieron un ataque en la carretera. Abandonaron el camión y se parapetaron en los maizales próximos. Durante la noche del 5 al 6 mantuvieron en un terreno que desconocían un intenso tiroteo. El enemigo consiguió dividirlos y dispersarlos. Al amanecer del día 6 el capitán Diez de Lastra, con varios heridos, recogió a los hombres que pudo y regresó a Gijón. Otros cayeron prisioneros y alguno consiguió esconderse en el monte. La compañía quedó muy mermada.
La antigua carretera que unía Mieres con Oviedo, tiene en sus 20 Km. dos puertos. A la salida de Mieres, el del Padrún o La Rebollada (llamado de ambas maneras), luego, una corta pero sinuosa bajada lleva al pueblo de Olloniego, en una meseta. De ahí, una nueva subida hasta La Manzaneda, sitio elevado que dominaba la entrada a Oviedo; un poco más adelante, en San Esteban de Las Cruces, se junta con la que viene de Langreo y desciende hacia la capital. La fácil victoria sobre el cuartel de Olloniego, enardeció a los del Belarmino García (jefe local, no confundir con Belarmino Tomás). Enterados de la toma del cuartel de Olloniego, y para contener las avanzadillas que venían sobre Oviedo, al amanecer del día 5 se envió una sección de la 21ª de Asalto (Salamanca) al mando del teniente Ricardo Bazán. Un grupo revolucionario les esperó parapetado al lado del río Nalón y los guardias hubieron de refugiarse con varios heridos en la aldea de la Manzaneda.
Sucesivamente se fueron enviando fuerzas desde Oviedo en su auxilio:
-Una sección de Asalto de la 16ª de La Coruña, al mando del teniente José Galán Fontenla.
-Una compañía del Regimiento nº 3, al mando del capitán Ignacio Caballero Muñoz, compuesta por dos secciones con los tenientes Miguel Esperón García y José González Parreño.
Las dos quedaron comprometidas cerca de La Manzaneda, sin poder contactar con la 21ª. Los revolucionarios habían ido recibiendo refuerzos de Mieres y fueron flanqueando a las fuerzas detenidas a lo largo de la carretera, y que ante la llegada de la noche, corrían el riesgo de quedar rodeadas.
Una nueva sección al mando del teniente José del Olmo Obregón, intentó llegar a ellos para auxiliarlos, cambiando de dirección y entrando a través del pueblo de Santianes. Cayó en una emboscada en la carretera (Olloniego), donde murió el teniente y otro guardia, retirándose la sección.
En la tarde del día 5, en una salida con el resto de la fuerza de Asalto (más de una Compañía) al mando del comandante de Infantería Gerardo Caballero Olabézar, del Regimiento nº3, y del capitán de asalto, Juan Arnott Terrazo, cuya compañía de Asalto trepa a un alto y bate la zona, se consigue finalmente liberar a la sitiada sección de Salamanca y, conseguido esto, retirar el total de las fuerzas de la zona y evacuar a los heridos.
A partir de entonces, las fuerzas de Seguridad y Asalto no harían más salidas, participando en Oviedo en la defensa de la ciudad.
Las noticias de los combates en la Manzaneda llegaron a Mieres. Si bien, técnicamente, no pueden ser considerados una victoria, fueron celebrados como tal, haciendo subir la moral de los revolucionarios.
Ya en pleno asedio de Oviedo, el día 8 de Octubre, sobre las 12:00 horas, el comandante del X Grupo de Asalto, Carlos López Silva, al mando de tres pelotones de guardias sale en descubierta de la base del cuartel de Santa Clara, donde habían sido asediados los días anteriores y al llegar a la plaza de la Escandalera, se produce un tiroteo con los sediciosos, resultando herido en una pierna que, posteriormente por complicaciones, le sería amputada.
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