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miércoles, 19 de febrero de 2020

Teniente de la 18ª Compañía, X GRUPO DE ASALTO, D. José Ramos Cabello


Imponente manifestación de duelo Realizada con motivo del entierro de las...
21/octubre/1934. Oviedo. Manifestación de duelo y entierro de guardias de asalto muertos.
ORDEN DE SAN FERNANDO 

Circular. Excmo. Sr.: A los efectos correspondientes, he resuelto se publicar a continuación el resumen de lo actuado en el expediente de juicio de contradicción que, para concesión de Cruz laureada de San Fernando, se instruye a favor del teniente de INFANTERÍA (fallecido),  D. José Ramos Cabello.   
Lo comunico a V. E. para su conocimiento y cumplimiento. Madrid, a 24 marzo de 1936. 

MASQUELET 



Declara el teniente coronel D. Carlos Silva Rivero (herido con amputación de la pierna), y MANIFIESTA:
Que en la madrugada del día 5 de octubre, el que declara, jefe de las Fuerzas de Seguridad y Asalto de Asturias, recibió orden del excelentísimo señor Gobernador civil de esta provincia, de enviar una camioneta con fuerzas de Asalto, a Sama de Langreo; considerando que sería muy foca fuerza, envié dos camionetas, en vez de una, las dos al mando del teniente de la 18ª Compañía de Asalto, D. José Ramos Cabello, que, conocedor de la gravísima situación planteada, se ofreció voluntariamente para tal misión, y dado el elevado concepto que del teniente Ramos tenía, por su espíritu, valor y excelentes condiciones de mando, acepté su ofrecimiento, y próximamente a las cuatro de la madrugada del día 5 emprendió la marcha con orden de reforzar y socorrer a las fuerzas de la Guardia Civil de Sama, que sitiadas en su cuartel por numeroso enemigo, se encontraban en situación muy crítica y difícil. Después de ser hostilizados durante todo el camino, llegó a la entrada del puente de Sama, siempre dispuesto a cumplir con su misión, pero al pasar del citado puente, no pudo realizarse, sino después de sostener durísimo combate con el enemigo, en el cual perdió el referido oficial, más de la mitad de sus fuerzas, entre muertos y heridos; no obstante, consiguió pasar el río, recuperar todas sus bajas y ocupar una casa .llamada "Miramar", en donde numeroso enemigo le combatió tenazmente. No obstante ello, el teniente Ramos , -siempre dispuesto a llevar a término la orden recibida, y gracias a su ejemplo y arrojo, logró llegar al cuartel de !a Guardia Civil, y allí siguió como siempre, batiéndose heroicamente hasta el día 6, a las once de la mañana, que, con las últimas bombas de mano fabricadas por él mismo, y con dinamita cogida a los rebeldes, y escasísimas municiones de fusil, después de haber resultado gravemente herido, organizó la retirada de la poca fuerza que quedaba del cuartel de la Guardia Civil. Fue el último en abandonar dicho recinto, consiguiendo abrirse paso entre los rebeldes, empleando para ello las últimas municiones que le quedaban y consiguiendo así, ganar las afueras del pueblo, pero ya herido, como queda expuesto y agotado materialmente, aunque no moralmente, fue aprehendido por los revoltosos, que le condujeron nuevamente a Sama, en cuyo cementerio fue fusilado al día siguiente, indudablemente como venganza a las víctimas que su denuedo y decisión habían causado en las filas del enemigo. El que declara habló la última vez por teléfono, a las once de la mañana del día 5, con el capitán de la Guardia Civil de Sama, Sr. Alonso Nart, jefe del cuartel de aquellas fuerzas, quien informó de la conducta del teniente Ramos en el sentido que queda expuesto anteriormente. Cree que los hechos relatados hacen que el teniente D. José Ramos Cabello, lo considere incluido en el articuló 49, casos tercero, cuarto y noveno; artículo 5.1. caso primero, y artículo 54, caso primero del mencionado Reglamento. 

Declara el teniente coronel D. Agustín Muñoz Grandes, y DICE:
Que, efectivamente, tuvo conocimiento de los hechos realizados por el teniente Ramos Cabello, en Sama de Langreo, que en el momento actual, por no tener a mano los datos, no puede hacer con exactitud, pero que recuerda fue heroico e1 comportamiento del citado oficial, que en lucha desigual, y sorprendido en la carretera de Oviedo 'a Sama, cuando en cumplimiento de órdenes recibidas, marchaba en socorro de esta última población, al mando de su sección, sobre camioneta, cansándole las primeras bajas; siguió pie a tierra el combate, avanzando constantemente., dirigiendo sus fuerzas con gran actividad y pericia, y dando constantemente pruebas de valor, animando su gente y siendo siempre el primero que, dando ejemplo, iniciaba los distintos saltos de avance, logrando, tras ruda lucha, llegar al cuartel de la Guardia Civil de Sama —objetivo propuesto— con sólo dos o tres hombres, pues los demás perecieron en el avance, resultando el oficial herido; que cuando el capitán Alonso Nart dispuso la evacuación, fue de los últimos en retirarse, abriéndose camino entre los rebeldes,  que sitiaban el cuartel con .granadas de mano hasta que, ya solo y agotado por las heridas  y privaciones, cayó en poder de los rebeldes, que inmediatamente le fusilaron. Lo considera incluido en los artículos 49 y 51, en sus casos tercero y noveno, 3- segundo y noveno, respectivamente.

Declara el capitán don Juan Arnolt Tarrazo, y DICE: 
Que en la madrugada del día 5 de octubre, el comandante D. Carlos Silva, jefe de las fuerzas de Asalto de Asturias, ordenó la salida de un. pelotón, con un oficial, para Sama, en virtud de órdenes dadas por el Excmo. señor Gobernador Civil, y considerando poco clara la situación, decidió reforzar el contingente con otro oficial, al mando de otro pelotón. El teniente Ramos de la 18ª Compañía, se presentó voluntariamente al comandante, para que le permitiera ir a él con. la expresada fuerza de su sección; siendo aceptado por el comandante, que sabía las excelentes dotes y virtudes militares de aquel oficial, que al mismo tiempo conocía perfectamente el terreno sobre el que había que operar. Las órdenes eran de que llagara a Sama para atajar, estableciendo contacto con las tuerzas de aquella plaza, cualquier movimiento temido, aunque sin certeza acerca de su magnitud.
Por referencia, sabe el declarante que en el trayecto encontraron mil obstáculos, que fueron vencidos. En las proximidades de Sama, intentaron cortarles el paso, hostilizándoles numerosas fuerzas revolucionarias, bien pertrechadas y que luchaban con denuedo, a fin de conseguir una victoria decisiva, que les permitiese dar con rapidez un golpe de audacia sobre Oviedo, y obtener el triunfo del movimiento desencadenado. El teniente Ramos, ante aquel ataque realizado por sorpresa, consiguió contener su fuerza, reuniéndola; contraatacando y rechazando al. enemigo, abrió brecha en el puente de Sama, entró en la población y estableció contacto con el cuartel de la Guardia Civil y fuerzas que lo defendían, a las órdenes del capitán Alonso Nart; continuó al mando de las suyas, resultando gravemente herido, y ante la imposibilidad de mantenerse en aquella posición, realizaron, por orden del capitán, una salida en que rechazando nuevamente al enemigo, cayó muerto gloriosa.mente el referido capitán Alonso. El teniente reunió la fuerza que se encontraba desorganizada, y se preparó a llevar a cabo la retirada, falto de municiones y con la pérdida, ademas, de las tres cuartas partes de las fuerzas. La retirada se hizo con escrupuloso sentido táctico, resultando muertos todos sus hombres, a excepción de un herido, cuando la carencia de municiones fue absoluta, siendo cogido por sorpresa el indicado oficial y hecho prisionero; el odio de las turbas revolucionarias. ante los daños que les fueron causados por el heroico comportamiento de dicho oficial y fuerzas a sus órdenes, y molestos ante el orgullo de quien, habiendo cumplido con su deber, -prefería morir heroicamente a admitir vejámenes como prisionero, y fue fusilado por los revolucionarios, muriendo con entereza y dignidad.
El declarante cree que el teniente Ramos, por los hechos relatados, lo considera incluido en el artículo 40. casos tercero. Cuarto y noveno; articulo 50, caso quinto, y artículo 5.3, caso primero del mencionado Reglamento. 
Declara el guardia de Asalto, D. Antonio Fernández Menéndez, testigo presencial y DICE:
Que estaba de puesto de vigilancia en la parte posterior del cuartel de Santa Clara, de Oviedo, cuando a las cuatro horas del día 5 de octubre último, fue relevado para incorporarse a la Sección del teniente Ramos que salía en camioneta para Sama. Además de esta camioneta, iba otra con el teniente D. Arturo Martínez Calderón y personal de la segunda Compañía de especialidades; saldríamos de Oviedo a las cuatro y media de la madrugada, poco más o menos, y al pasar por el Puente de la Gargantada, que está algo más allá del Berrón, fueron tiroteados por algunos grupos que, a pesar del reflector del coche con el que el teniente Ramos examinaba la carretera y las alturas próximas, no se distinguían bien. Esos disparos dieron lugar a que se fuera con precauciones por la carretera y que se registrasen cuantas personas y vehículos se veían. Los disparos a la camioneta se repetían con frecuencia, pero como según noticias que teníamos, nuestra presencia en Sama era urgente por estar sitiados el cuartel de la Guardia Civil, las camionetas sólo se detenían el tiempo preciso para hacer un registro en los coches que, con nosotros, se cruzaban o repeler alguna agresión que partía de los montes.
A las cinco y cuarto o cinco y media, aproximadamente, llegamos a La Felguera, donde ya se oían fuertes detonaciones de bombas y nutrido tiroteo hacia Ciaño, Santa Ana y Sama de Langreo.
Desde La Felguera hasta Sama hostilizaron bastante los revolucionarios y, al llegar a la curva que hay entre la Unión Hullera y el puente sobre el río Nalón, el teniente Ramos ordenó echásemos pie a tierra y avanzáramos con las debidas precauciones. Cuando lo habíamos hecho por el puente unos diez metros, el enemigo,  parapetado en la montaña, comenzó a hacer descargas cerradas sobre nosotros. El teniente Ramos ordenó tirarse a tierra y hacer fuego eficaz. Después de vivísimo tiroteo, en que los revolucionarios hicieron uso de ametralladoras, fusiles y dinamita, el teniente Ramos dispuso se avanzase con cuidado y sin dejar de hacer fuego contra el enemigo hasta llegar al otro extremo del puente donde hay un establecimiento llamado "Miramar", en cuya puerta, por orden del teniente, se colocó una ametralladora, con la que se podía barrer a cuantos viniesen por el puente y paseo del Parque, donde estaba a cincuenta metros la Casa del Pueblo. En "Miramar" quedó el grupo de especialidades y nosotros, con el teniente Ramos, seguimos hasta más allá del cuartel de la Guardia Civil.
Por las fuertes detonaciones y largo tiroteo que se oía se pudo deducir que el enemigo atacaba al mismo tiempo que al cuartel, el edificio en que estaba instalada la Comisaría y Prevención del Cuerpo de Seguridad, y que el ataque se hacía por detrás y por las casas vecinas. El teniente Ramos ordenó un nuevo avance con muchas precauciones, pero con energía y decisión y, con una potente voz, mandó que se cerrasen to das las ventanas e hiciésemos fuego sobre cuantos viéramos. No se pudo avanzar mucho porque el número de revolucionarios era muy considerable y los del pueblo se sumaban a los que, des de los cerros dominaban la población.
Parece ser que el edificio de la Comisaría había sido destruido por los revolucionarios y como se había conseguido, tras enorme lucha, apagar algo el fuego del enemigo, por la calle frente al cuartel, el teniente Ramos mandó ocupar un chalet, desde el cual se dominaba parte de la calle y la fachada principal del edificio del cuartel de la Guardia Civil; desde este chalet hacíamos fuego sin cesar a los rebeldes que atacaban continuamente. Este chalet, donde nos hicimos fuertes, comunicaba por sus corrales con "Miramar", lo que permitía que el teniente Ramos se siguiera ocupando de los dos grupos. Así estuvimos sin descansar un momento hasta las seis de la tarde, en que el teniente Ramos ordenó pasar al cuartel de la Guardia Civil, porque era absolutamente imposible defendernos en las casas en que estábamos.
Oí decir que la de "Miramar" estaba  muy quebrantada por la dinamita, y el chalet, sin la otra casa, no podía defenderse. El teniente Ramos fue el primero en pasar para conocer la posición del enemigo y una vez que hizo el reconocimiento, señaló a los guardias el camino a seguir para llegar al cuartel, lo menos expuestos a la metralla de los revolucionarios, y así, uno a uno, fueron abandonando las casas para seguir el camino que el teniente Ramos les señalaba, lo que efectuaron todos, excepto los heridos y muertos que en una y otra casa quedaron y cuyo número no puedo precisar. Una vez en el cuartel, dijo el capitán de la Guardia Civil al teniente Ramos que distribuyese las fuerzas en los puntos más estratégicos para la defensa del edificio y así, durante toda la noche, los ataques al cuartel se intensificaron de tal modo que no cesó ni un segundo de oírse nutridos disparos de fusilería y fuertes explosiones de dinamita. Destruido el edificio de la Comisaría y los que habían servido de defensa a nuestras fuerzas, el cuartel de la Guardia Civil, único punto atacado, no tardó en quedar convertido en ruinas, porque era atacado por todas partes con enorme cantidad do explosivo.
El teniente Ramos fabricó bombas de mano con material tomado a los rebeldes, las que usó en distintas ocasiones, cuando podían ocasionar bajas contra los atacantes. Entre los defensores del cuartel hubo bastantes muertos y heridos, porque la parte posterior era de madera y cristales y los revolucionarios hacían fuego sin cesar desde una fábrica que dominaba el edificio. Como la acción de la dinamita surtía sus destructores efectos y el edificio estaba ya en ruinas, todos sus muros con grandes boquetes y las fuerzas defensoras nos encontrábamos sin municiones, los oficiales decidieron abandonar el cuartel e internarse en el monte con objeto de sumarse a las fuerzas que esperaban viniesen en auxilio o intentar, de ser posible, llegar a Oviedo.
 Serían las diez o las once de la mañana cuando se evacuó el cuartel, protegiendo la salida el teniente Ramos, con bombas de mano que él mismo había fabricado con tal objeto. Cayeron algunos heridos, entre ellos el declarante, que en un principio no me impidió la herida seguir con los míos la retirada, que se hizo con mucho orden y haciendo numerosas bajas al enemigo. Recuerdo que una bomba arrojada por el teniente Ramos a la casa de "Miramar", donde había parapetados muchos revolucionarios, hizo numerosas bajas y nos facilitó la retirada al campo. A eso de las doce, mi herida, por la que había perdido mucha sangre, me impidió avanzar y caí desvanecido, perdiendo a los pocos compañeros que habíamos logrado llegar al monte, casi todos heridos de más o menos gravedad. Finalmente, fui conducido al Hospital de la Duro-Felguera, donde supe días después que todos los oficiales y compañeros habían sido muertos por los revolucionarios. Cree que los hechos relatados hacen que al teniente D. José Ramos Cabello lo considera incluido en el artículo 49, casos tercero, cuarto y noveno; artículo 50, caso quinto; artículo 53, caso primero, y artículo' 54, caso primero, del mencionado Reglamento. 



Declara el guardia de Asalto Manuel Díaz Alonso, y DICE:
Que pertenecía a la Sección que mandaba el teniente Ramos por espacio de unas tres años, desplegando siempre dicho oficial gran actividad, precisión y prudencia en cuantos servicios se le encomendaban, granjeándose el aprecio y la confianza de sus subordinados por su valor, serenidad y tacto. Que no ha sido testigo presencial de los hechos realizados en Sama de Langreo con motivo del movimiento revolucionario del pasado octubre, pero por referencia considera que realizó actos heroicos. Sabe que dicho oficial se prestó voluntario para ir con un pelotón en auxilio del cuartel de la Guardia Civil de Sama, que desde que salió de Oviedo tomó las precauciones necesarias, pues sabía que la situación era grave, que al llegar a La Felguera le hicieron disparos, por lo cual el teniente ordenó echaran pie a tierra y que avanzaran con las debidas precauciones. Que al llegar al puente de la entrada de Sama, el enemigo les hostilizó fuertemente con vivísimo tiroteo de fusilería y dinamita, contestando en debida forma y tomando el establecimiento llamado "Miramar", donde se hicieron fuertes; que después avanzaron y llegaron al cuartel de la Guardia Civil con heridos y muertos, logrando imponer el principio de autoridad en la mañana del día 5; envalentonados los revolucionarios, debido a su gran número, tuvieron que refugiarse en el citado cuartel, en donde se resistieron en unión de las fuerzas que allí había, hasta que, destruido éste por la dinamita de los rebeldes, es necesario evacuarlo, para lo cual el teniente Ramos fabrica bombas con dinamita cogida a ellos y se abre paso con los supervivientes marchando al campo, internándose en el monte, donde debido al gran número de revolucionarios, fue hecho prisionero con los pocos que quedaban después de haber sido herido; el odio de las turbas revolucionarias ante los daños que le fueron causados por el heroico, comportamiento de este oficial, hizo que fuera fusilado, muriendo con entereza y dignidad. Que posteriormente a los hechos el declarante estuvo en Sama de Langreo, donde se enteró por la dueña del establecimiento "Miramar", que el comportamiento de dicho oficial fue heroico, pues la misma dueña, en vista de la situación, le dijo que le valdría más entregarse, pues de lo contrario los matarían, a lo que contestó el teniente que en ninguna forma lo haría y que si se entregaba, eso sí, que sería su muerte. Que lo considera incluido en el artículo 49, casos tercero, cuarta y noveno, así como en el artículo 50, caso quinto y en el 54, caso primero del Reglamento de la Orden de San Fernando.

Declara el guardia civil de la Comandancia de Oviedo, Joaquín Herrero Martín, y DICE:
Que pertenecía al puesto de la Guardia Civil de Sama durante el movimiento revolucionario del mes de octubre, encontrándose, por tanto, presente cuando los sucesos ocurridos en aquel pueblo; que el día 5 de dicho mes, sé encontraban las fuerzas de la Guardia Civil de aquel puesto defendiendo su casa-cuartel, y que a eso de las once dé dicho día, sintieron pico: y fuertes descargas de fusilería, suponiendo que fueron fuerzas de Asalto, lo que pudieron comprobar cuando se aproximaron dos guardias de Asalto heridos, lo cual, una vez conocida la situación de dichas fuerzas, se estuvo haciendo fuego para proteger la entrada de dicha fuerza, siendo entonces cuando pudieron entrar el teniente Ramos acompañado de el de igual empleo apellidado Calderón y unos siete u ocho números más de guardias de esta fuerza, los cuales llevaban una ametralladora y una caja de municiones, continuando todos la defensa de la casa-cuartel hasta que, haciéndose imposible de todo punto, toda vez que los revolucionarios no dejaban de lanzar dinamita, se acordó la evacuación e internarse en el monte para poder de esta forma unirse a las fuerzas que, decían, iban en nuestro auxilio, donde después de resistirnos en lo que se pudo, fueron hechos prisioneros y llevados a la Casa del Pueblo de Sama; el día 9, a las dos y media o tres de la madrugada, fueron sacados los tenientes Cabello, Calderón y Llovera y llevados al cementerio, donde fueros fusilados por los revolucionarios. Que la actuación del teniente Ramos en la defensa de la casa-tuartel, lo mismo que la evacuación y en el monte, fue digna de un oficial del Ejército, comportándose serenamente y con mucha serenidad en todo momento, haciendo fuego él mismo con la ametralladora que tenían y lanzando bombas de mano. Considera heroico el comportamiento de este oficial.

 Declara el paisano D. Heliodoro Temprano Hernández, y DICE:
Que vivía en aquel entonces en Sama, en un chalet próximo a la fonda “Miramar” y al cuartel de la Guardia Civil; que a eso de las seis de la madrugada del día 6 fue requerido por el teniente Ramos para que le facilitara en unión de la fuerza que mandaba, el acceso a su domicilio, Pues esta fuerza, con su oficial, llevaba varias horas de combate en la calle y se encontraban agotadas. Que al llegar las fuerzas a casa del declarante, éstas habían tenido varias bajas y conducían a un guardia en grave estado. Que penetró la fuerza en la casa,y,previo reconocimiento que efectuó el teniente Ramos, ordenó su distribución en forma muy acertada, ocupando las ventanas y la claraboya central estableció una ametralladora, empezando seguidamente el fuego contra los rebeldes, a los que conseguía mantener a raya. El teniente Ramos, durante el tiempo que estuvo en la casa, no se contentó solamente con dirigir el fuego, sino que hizo varias salidas al mando de un grupo para rechazar el enemigo; también vio que conseguía mantener enlace por medio de señas con el capitán de la Guardia Civil, señor Alonso Nart, que defendía la casa cuartel. Esta situación duró hasta la caída de la tarde; la fuerza tenía varios heridos y los rebeldes, amparados por 1a oscuridad, bajaban en grupos numerosos de los montes; oyó al teniente Ramas ordenar a su fuerza: "Ni un disparo que no sea blanco". Más tarde, escaseándole las municiones y creyendo que las encontraría en el cuartel de la Guardia Civil, ordena la evacuación del chalet y la marcha a dicho punto,pero antes sube al tejado con riesgo de su vida para tratar de descubrir al jefe enemigo, que con pistola de señales daba órdenes, y tratar de anularlo. La evacuación sobre el cuartel presenta grandes dificultades, y entonces el teniente Ramos es el primero en pasar a dicho punto y desde allí, a voces, va indicando a sus guardias el momento de cruzar el espacio descubierto; deja también en el chalet dos o tres guardias para su defensa y que cuiden de sus compañeros heridos. Recuerda igualmente el declarante que al llegar a su casa el teniente Ramos le dijo que el camión en que iba había sido fuertemente atacado en La Gargantada. Por fin, el cuartel de la Guardia Civil cae en poder de los rebeldes, y entonces los grupos se dirigen al chalet haciendo prisioneros a su familia y a los guardias, y pudo observar que tan pronto como éstos atravesaron el umbral, los revoltosos hicieron fuego sobre ellos, rematándolos después, excepto a un guardia llamado Andrés, que por llevar puesta una gabardina del declarante sólo lo metieron preso con su familia.

Declara la testigo presencial doña Adelina Fernández de Temprano, y DICE:
Que habitaba en el pueblo de Sama como esposa del ingeniero industrial, señor Temprano, un chalet próximo a la fonda "Miramar", del pueblo de Sama; que presenció la llegada de los guardias al mando del teniente Ramos, que ocuparon su casa, así como que dicho oficial distribuyó los hombres que llevaba en las ventanas y que mandó colocar una ametralladora en la claraboya central del chalet. Que ella indicó dónde estaba el cuartel de la Guardia Civil al teniente Ramos, y que inmediatamente después de hecho el reconocimiento por él, distribuyó su fuerza y empezó el fuego; que ella, igualmente, le indicó quién era el capitán Alonso Nart, y entonces el teniente se subió a una silla, y desde una ventana y por medio de señas, consiguió establecer enlace con él. Que presenció cómo a la caída de la tarde y aprovechando la oscuridad, el enemigo se acercaba a la casa, y que entonces oyó decir al teniente Ramos que le faltaban municiones; que subió al tejado para tratar de descubrir el dirigente enemigo que dirigía.
 Que recuerda que en su casa había muchas prendas de paisano pertenecientes a su esposo, hermano y un cuñado; que la declarante las encontró en la habitación donde solo entraba al teniente Ramos, y que cree firmemente que el citado oficial las quitó de en medio en evitación de que pudieran ser utilizadas por la tropa a sus órdenes, caso de que alguno cayera en la tentación de ello y tratara de desenfilarse.

  Declara un guarda jurado, y MANIFIESTA:
 Que desde el sitio que ocupaba, vio que los camiones estaban acribillados a balazos y el aceite y la gasolina le salían a chorros; que el teniente Ramos recorría los diferentes lugares que ocupaban sus fuerzas, y vista la imposibilidad de defenderse en la calle ordenó se retiraran al interior de los edificios; que al retirar la ametralladora vió que un sirviente de la misma cayó gravemente herido, acudiendo el teniente, que en brazos lo cogió y pudo retirarlo. Que la retirada al interior de los edificios, a juicio del que declara, fue dificilísima, tanto es así, que el teniente, para exponer menos a su gente, ordenó que las cajas de municiones se fueran arrastrando por cables desde el sitio que ocupaban a "Miramar" . Que la situación del declarante y del otro guardia que quedaba en la calle era dificilísima, pudiendo llegar a "Miramar", donde le abrió la puerta el teniente Ramos; que una vez dentro de dicho edificio, después, subió a una habitación alta, donde se encontró al citado oficial muy ocupado en montar la ametralladora, ayudándolo él siguiendo las indicaciones que el teniente le daba; que también vió que el teniente Ramos y guardias a sus órdenes ayudaron, al personal civil de la fonda, entre los cuales se encontraba el declarante, a desalojarla, y que considera por tanto que la conducta del teniente Raímos, en todo momento, fue modelo de entereza, energía y templanza de ánimo, que constantemente animaba a su fuerza y fue considera heroica su actuación.
  

Declara D. Julio Jolín Danjene, médico de Sama de Langreo, y MANIFIESTA:
Que el domingo 7 de octubre del pasado año fue requerido por los rebeldes para que Se presentara sin pérdida de tiempo ante el Comité revolucionario establecido en el Centro socialista de Sama. Una vez delante de él preguntó para qué era requerido, manifestándosele que habían cogido unos oficiales del Ejército prisioneros; que estaban heridos y querían que los reconociera; seguidamente pasó a una habitación donde se encontraban los tenientes Ramos, LLoveras y Calderón y el guardia civil Herrero; los reconoció seguidamente, y pudo apreciar que el teniente Ramos presentaba una herida por arma de fuego con orificio de entrada y salida en la rodilla, cree recordar que derecha, pero su estado de ánimo era excelente; el declarante indicó al citado Comité la conveniencia de trasladar estos heridos al Hospital para poder atender a su curación, indicando que el cuarto en donde estaban no tenía ni ventilación ni condiciones de higiene, pero que le contestaron que tuviese mucho cuidado con lo que decía, pues podría correr la misma suerte que los oficiales. Que sabe que el teniente Raímos HABÍA salido de Oviedo al mando de un camión de guardias en la madrugada del 4 al 5; que no tuvo impedimento alguno en su marcha hasta Noreña; desde ^este punto a La Gargantada tuvo bastante fuego, y desde este punto hasta Sama el fuego de los rebeldes arreció de manera tan intensa que tuvieron, que sostener una gran lucha con los revolucionarios,  hiriéndole y causándole gran número de bajas en sus hombres. Teniendo que sostener acción combinada con la Guardia Civil, a fin de abrirse paso para llegar a la fonda "Miramar " y chalet del señor Temprano, donde emplazaron una ametralladora; desde luego sabe que la fuerza que consiguió este objetivo, era escasa por las bajas sufridas y que muchos de los individuos se encontraban heridos. Que desde Miramar y chalet sostuvieron lucha con los rebeldes; que al anochecer, y por falta de municiones, el teniente Ramos dio orden, de replegarse al cuartel de la Guardia Civil, lo que con gran dificultad, y gracias al temple y serenidad de dicho oficial, se consiguió. Que en dicho cuartel continúa con más intensidad la lucha y que, ante la cantidad enorme de dinamita que arrojan los rebeldes, y destrozado el edificio y reducido el número de defensores, los pocos supervivientes no tienen más remedio que desalojarlo, haciendo una retirada hacia la montaña para continuar allí defendiéndose y tomar contacto con las fuerzas gubernamentales. Que en dicho monte permanecieron muchas horas, caminando siempre en dirección a Oviedo; marcha muy penosa debido a las heridas que sufría y al agotamiento consiguiente, así como con sed devoradora; que no tuvieron más remedio que pedir a una mujer agua, la cual los delató. Los rebeldes los cercan estrechamente, y creyendo los oficiales y el guardia civil que los grupos que divisaban eran fuerzas propias, les llaman dándoles el alto, pero se trata de revolucionarios que les echan perros grandes que para facilitar su busca llevaban, les hacen fuego y por último los cogen prisioneros, llevándoles primeramente a La Felguera y después a Sama; al cuarto de hora de estar el declarante hablando con los oficiales en su prisión, entraron los revolucionarios, impidiendo que éstos siguieran comunicándose con él. Que durante el transcurso de la conversación que sostuvo con el teniente Ramos pudo apreciar su gran espíritu militar y patriótico, despidiéndose de él con vivas a España, a pesar de la seguridad que tenía de que le quedaban pocos momentos de vida, como ocurrió pues fue fusilado en la noche siguiente. 

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La Cruz Laureada para el teniente antequerano Ramos Cabello
«Por tratarse de un paisano nuestro publicamos la gloriosa página que dejó escrita con su sangre el teniente de guardias de Asalto don José Pamos Cabello, para el que pedía su jefe el teniente coronel señor Muñoz Grande, la Cruz Laureada de San Fernando. Las fuerzas vivas de Asturias, a cuyo frente marchan todas las corporaciones oficiales, dirigen al señor ministro de la Guerra esta elocuentísima exposición que nos honramos en reproducir.
Ecxmo. Sr,
En la madrugada del 4 al 5 de Octubre de 1934, se produjo el levantamiento en armas de la cuenca minera asturiana en obediencia a una dura consigna de tipo social.
Proclamada la revolución en los pueblos, en su modalidad libertaria, y dueños los rebeldes de un armamento perfecto, cuidadosamente adquirido y ocultado a las miradas inquisitivas de la fuerza pública, atacó por sorpresa, con furor místico, los escasos y mal dotados reductos gubernamentales diseminados por la zona, ahogando numéricamente a sus defensores.
Sama de Langreo, foco social del coto minero, fue uno de los pueblos atacados. El puesto de la Guardia Civil, reducido y mal dotado, resistió la embestida dinamitera hasta aquellos límites en que agotada la resistencia fisiológica y apuradas las condiciones defensivas del cuartel, se impuso la necesidad de solicitar refuerzos de la capital de la provincia. Y con este motivo se desplazó hacia Sama, la sección de Asalto que mandaba el teniente don José Ramos Cabello. En este militar coincidían una serie de circunstancias que destacan notablemente su figura. Parece que no le correspondía salir conforme al turno de servicio establecido y, o fue elegido como comandante de sección, hábil y decidido, por sus jefes, o se prestó a ello voluntariamente. Pero en cualquiera de estos casos el teniente Ramos Cabello, excelente conocedor de la zona minera y con una acusada personalidad de oficial cumplidor y valiente, que no desconocían los rebeldes, con los cuales se había enfrentado en varias ocasiones, sabía desde el momento que salió de Oviedo que le sería muy difícil forzar la defensa sediciosa y que en ello se jugába la vida, como tantas otras veces lo había hecho al frente de las secciones de Regulares de Ceuta y aun en la misma región que ahora tenía el deber de someter y pacificar.
Estamos, pues, no ante el caso esporádico, irreflexivo y, a pesar de ello, noble, que supone una defensa desesperada en nombre de los principios patrióticos que nutren al Ejército español, sino ante un valor frío, sereno, perfectamente madurado que sabe adonde va y lo que se juega en el empeño, sin que por un momento vacile y haga valer el derecho a quedarse en la capital, a impulsos de afectos familiares, tan caros en todos los hombres. Va a Sama porque cree que debe ir y porque una voluntad fuerte y disciplinada se equilibra y pondera. Una vez más la Patria requería sus servicios y él los prestaba gustoso, caldeado su admirable espíritu militar por la eclosión rebelde.
Salió de Oviedo en auxilio de la Guardia Civil, sitiada en Sama.
No lejos de la capital sostuvo el primer choque con los mineros, dueños de las carreteras. Su sección disminuía alarmantemente, pero su valor indomable forzaba metro a metro el camino ocupado y casi imposible de despejar, con la vista fija en los hombres de la Benemérita acorralados y sin defensa. Llegó a Carballín con una sección desgastada por la lucha y rendida por el esfuerzo. Y antes de reponerse, una enorme población minera, bien equipada de fusiles, dinamita y bombas de mano, virulentamente agresiva y en número quinientas veces superior, le obstruía de nuevo
el camino de Sama. Otra lucha dura, encarnizada. Iban cayendo sus hombres, y hostilizado por todos los flancos, coronó el objetivo que sus jefes le señalaron. Estratégicamente fortificado en unas casas inmediatas al cuartel de la Guardia Civil, barrió, en lo posible, los ángulos muertos para los fusiles de la Benemérita. Fue durante unas horas vigía y tutela de estos hombres que se debatían entre un cinturón de fuego. Hasta que se agotaron las municiones. La primera parte de su gesta estaba terminada. Pero quedaba otra. Había que llegar al cuartel sitiado, reforzarlo con sus hombres y proveerse de las municiones indispensables para continuar la lucha. Para ello había que cruzar una zona batida por el fuego de los revolucionarios. No vaciló. Reunió las fuerzas que quedaban en disposición de luchar, les arengó brevemente, dando a sus palabras la matización suficiente para inyectar nuevas energías en unos hombres agotados por el esfuerzo ininterrumpido, y al frente de ellos, con fría serenidad, consciente del peligro que había que desafiarlo frente a frente, salió de la improvisada fortaleza y bajo la lluvia de fuego y el constante explotar de la dinamita ganó el cuartel de la Guardia Civil. En él continuó la defensa tenaz, durante veintitantas horas; pero el círculo opresor se iba estrechando. El día 6, a las once de la mañana, la dinamita de los revolucionarios destruía implacablemente los muros del edificio. La defensa era imposible. Ni refuerzo, ni municiones; pero jamás parlamentar con el enemigo. Había que aprovechar las últimas reservas defensivas consistentes en unas bombas de mano. Con ellas salió a la calle el teniente Ramos Cabello y los que aún quedaban con vida, dispuestos a abrirse paso o morir. Las lanzó contra la masa revolucionaria y el humo y el polvo de las explosiones facilitó la retirada con los guardias supervivientes. Su heroísmo y su serenidad paralizó momentáneamente el fuego, y las granadas de mano, hábilmente dirigidas, pusieron en dispersión a centenares de rebeldes. Cuando éstos reaccionaron, creyendo muertos a todos los defensores del orden, el bravo oficial y sus escasos hombres, se retiraban a las afueras de la población esperando establecer contacto con fuerzas de auxilio.

Allí los encontraron uno o dos días después y aunque extenuados, famélicos, desangrados y sin municiones, aun creían que sus fuerzas responderían al inextinguible espíritu militar que los animaba. Pero la sed febril y la pérdida sanguínea, consumaban su obra. Uno de ellos se arrastró fuera del inútil reducto y pidió agua a una mujer que cerca pasaba. Esta denunció su presencia a la primera patrulla revolucionaria que encontró y cuando los rebeldes aparecieron dispuestos a darles caza, aquellos valientes consumieron el último esfuerzo defendiéndose con las piedras del improvisado parapeto. Fueron trasladados a rastras hasta Sama, donde un comité revolucionario los condenó a muerte.
Momentos antes de la ejecución un médico del pueblo quiso ver a los gravemente heridos, llevado por sus impulsos humanitario y profesional.
El héroe Ramos Cabello aún tuvo alientos para encargarle que llevara a su mujer y a sus hijos su último recuerdo y la recomendación de que éstos fueran educados en el
amor a la Patria, por la que él daba su vida.
Esta es la página inmortal legada al Cuerpo de Asalto por el teniente don José Ramos Cabello y fuerzas a sus órdenes. Su heroísmo glorifica a las fuerzas republicanas de que formó parte. Pero la República le debe una recompensa.
Para premiar los hechos heroicos existe una Cruz Laureada de San Fernando. El teniente don José Ramos Cabello la ha ganado. Y las fuerzas vivas de Asturias, que sintieron en su carne el escozor revolucionario, la piden al unísono en un grito de justicia.»

 José Ramos Cabello 
Entre las víctimas producidas por los sucesos de Asturias, ha figurado un joven antequerano, el teniente de Asalto don José Ramos Cabello, hijo de nuestro distinguido colaborador el comisario de Policía don José Ramos Bazaga y emparentado con familias de esta ciudad. Como homenaje a la memoria del bizarro oficial, muerto heroicamente en cumplimiento de su deber, reproducimos la siguiente necrología, aparecida en «La Voz de Asturias», diario de Oviedo:
«El pasado movimiento revolucionario, con su secuela de crímenes espantosos, ha hecho el sacrificio de muchas vidas. Una de las sacrificadas gloriosamente ha sido la del que fué pundonoroso teniente del Cuerpo de guardias de Asalto don José Ramos Cabello, que al frente de los suyos, de los hombres que se le habían confiado, se entregó ardientemente, desafiando todos los peligros, sin temerlos en ningún instante, porque era hombre tan decidido como valiente, con alta conciencia de sus deberes, a la defensa de los Poderes legítimos y con ella a la de las víctimas inocentes de tanta locura desatada. Y esto ocurría en Sama de Langreo, donde la situación era de las más difíciles y espinosas, sin que por ello flaqueara su ánimo ni se debilitaran sus energías, que eran las del hombre sereno, de ánimo templado, que ponía por delante cuanto representara cumplimiento del deber, por penoso que fuera, por mucho que su deber exigiera y por mucho que hubiera que sacrificar en tal instante. Y en el cumplimiento de ese deber falleció en la capital del concejo langreano, y su memoria, como se trataba de un brillante oficial del Ejército, que fué de los entusiastas del Cuerpo de Asalto, en el que figuró con merecidos prestigios, su nombre, tan familiar a los ovetenses, será aureolado por el respeto y la simpatía y la admiración más sinceras. Todo lo merecía el bravo militar, que por otra parte era un hombre con corazón bondadoso que había derramado inefables ternuras sobre la esposa y los hijos amados, que no pueden conocer, en sus pocos años, la pérdida sufrida, tan honda y tan dolorosa para todos los familiares.» 
A su viuda, doña Carmen Aspiroz Luis; hijos José Luis y Carlos; padres don José Ramos Bazaga (comisario de Policía jubilado) y doña María Cabello; padre político don Joaquín Aspiroz; hermanos don Benito, doña María, doña Angustias y doña Pepita; hermanos políticos y sobrinos, enviamos el testimonio de nuestro sincero pésame. 




Por una de esas raras reflexiones
de la luz, que los físicos
explicarán llenando
de fórmulas un libro...
Mirándome las manos
-como hacen los enfermos de continuo-
veo en la faceta de un diamante, en una
faceta del diamante de mi anillo,
reflejarse tu cara, mientras piensas
que divago o medito
o sueño... He descubierto
por azar este medio tan sencillo
de verte y ver tu corazón, que es otro
diamante puro y limpio.
Cuando muera, déjame
en el dedo este anillo.
 MANUEL MACHADO

 

Para honrar la memoria del heroico teniente antequerano señor Ramos Cabello SE PIDE QUE LE SEA CONCEDIDO EL EMPLEO DE CAPITÁN
El diputado liberal demócrata don Alfonso Muñoz de Diego, en unión de otros diputados asturianos, ha presentado a las Cortes la siguiente proposición de ley para honrar la memoria del heroico teniente de Asalto Ramos Cabello, nacido en Antequera, hijo del comisario general de Vigilancia, jubilado, don José Ramos Bazaga, al cual, así como a su familia reiteramos nuestro pésame al cumplirse el primer aniversario de la muerte en cumplimiento del deber de su expresado hijo. Dicha proposición dice así: «A las Cortes: Los extraordinarios servicios prestados en defensa del orden público durante los sucesos revolucionarios de Octubre de 1934 por el heroico teniente de Seguridad y Asalto don José Ramos Cabello, procedente del Arma de Infantería, que teniendo una historia militar tan breve como esmaltada de hechos relevantes, la coronó gloriosamente muriendo el día 9 del referido mes de Octubre en Sama de Langreo, después de una defensa heroica, mueven a los diputados que suscriben, al igual que se hizo homenaje al capitán de la Guardia Civil don José Alonso Nart, a conmemorar aquel aniversario, no sólo resaltando como se merece tan ejemplar conducta, sino premiándola de modo adecuado en las personas de su viuda y de sus hijos. Cuando se está tramitando el expediente para la concesión de la Cruz laureada por la honrosa conducta de Ramos Cabello frente a los enemigos de la República, se otorga a la viuda la pensión consistente en el sueldo que disfrutaba su esposo; pero con deducción de las mil pesetas dos quinquenios que llevaba de anuales correspondientes a los servicios efectivos en su categoría y asimismo sin tener presente la gratificación de dos mil quinientas pesetas anuales que cobrara por servir en el Cuerpo de Seguridad y Asalto, deducción esta última, hecha, sin duda, teniendo presente el artículo 18 de! Estatuto de Clases Pasivas. Frente a un hecho extraordinario no puede aplicarse la norma corriente restringiendo el abolió de la gratificación ni deduciendo el sucesivo aumento periódico constituido por los quinquenios que incrementaron el sueldo inicial y que debieron tenerse en cuenta para la determinación de! regulador, según el mismo párrafo último que dicho precepto estatutario consagra; pero, sobre todo, en análogos casos la pensión no se limitó a la correspondiente del empleo o cargo servidos por el causante, sino a la del inmediatamente superior significado por el ascenso. Todas estas consideraciones, de absoluta justicia reparadora, mueven a los diputados que suscriben a formular la siguiente proposición de ley: Artículo primero.— Se concede el empleo de capitán de! Cuerpo de Seguridad y Asalto a don José Ramos Cabello, teniente de Infantería que servía en Seguridad y Asalto al ocurrir la muerte, con ia efectividad consiguiente desde 9 de Octubre, fecha de su fallecimiento. Artículo segundo.— Se concede a doña Carmen Aspiroz Luis, viuda del teniente fallecido, la pensión extraordinaria del sueldo íntegro del empleo de capitán del Cuerpo de Seguridad y Asalto, computando para ei sueldo regulador los dos quinquenios que ¡llevaba de antigüedad en el empleo de teniente y asimismo la gratificación anual que percibía al servir en el Cuerpo de Seguridad, de dos mil quinientas pesetas, cuya pensión disfrutará mientras conserve su aptitud legal para el percibo y le será abonada desde el día 10 de Octubre de 1934, siguiente al del fallecimiento del causante y con deducción de lo que hubiere percibido por virtud de la de cinco mil pesetas anuales concedida por la Dirección de la Deuda y Clases Pasivas con fecha 16 de Julio de 1935.Artículo tercero.- En caso de que doña Carmen Aspiroz contraiga matrimonio o fallezca, pasará la pensión que se le concede a los hijos menores del matrimonio, don José Luis y don Carlos Ramos Aspiroz, hasta que cumplan la edad de 23 años; en caso de fallecimiento de uno, al que de los mismos sobreviva, acreciendo la parte del premuerto el sobreviviente.»





La Cruz Laureada para el teniente antequerano Ramos Cabello

Por tratarse de un paisano nuestro, publicamos la gloriosa página que dejó escrita con su sangre el teniente de guardias de Asalto don José Ramos Cabello, para el que pedía su jefe el teniente coronel señor Muñoz Grande, la Cruz Laureada de San Fernando. Las fuerzas vivas de Asturias, a cuyo frente marchan todas las corporaciones oficiales, dirigen al señor ministro de la Guerra esta elocuentísima exposición que nos honramos en reproducir.
Ecxmo. Sr,
En la madrugada del 4 al 5 de Octubre de 1934, se produjo el levantamiento en armas de la cuenca minera asturiana en obediencia a una dura consigna de tipo social. Proclamada la revolución en los pueblos, en su modalidad libertaria, y dueños los rebeldes de un armamento perfecto, cuidadosamente adquirido y ocultado a las miradas inquisitivas de la fuerza pública, atacó por sorpresa, con furor místico, los escasos y mal dotados reductos gubernamentales diseminados por la zona, ahogando numéricamente a sus defensores. Sama de Langreo, foco social del coto minero, fue uno de los pueblos atacados. El puesto de la Guardia Civil, reducido y mal dotado, resistió la embestida dinamitera hasta aquellos límites en que agotada la resistencia fisiológica y apuradas las condiciones defensivas del cuartel, se impuso la necesidad de solicitar refuerzos de la capital de la provincia. Y con este motivo se desplazó hacia Sama, la sección de Asalto que mandaba el teniente don José Ramos Cabello. En este militar coincidían una serie de circunstancias que destacan notablemente su figura. Parece que no le correspondía salir conforme al turno de servicio establecido y, o fué elegido como comandante de sección, hábil y decidido, por sus jefes, o se prestó a ello voluntariamente. Pero en cualquiera de estos casos el teniente Ramos Camilo, excelente conocedor de la zona minera y con una acusada personalidad de oficial cumplidor y valiente, que no desconocían los rebeldes, con los cujíes se había enfrentado en varias ocasiones, sabía desde el momento que salió de Oviedo que le sería muy difícil forzar la defensa sediciosa y que en ello se jugaba la vida, como tantas otras veces lo había hecho al frente de las secciones de Regulares de Ceuta y aun en la misma región que ahora tenía el deber de someter y pacificar. Estamos, pues, no ante el caso esporádico, irreflexivo y, a pesar de ello, noble, que supone una defensa desesperada en nombre de los principios patrióticos que nutren al Ejército español, sino ante un valor frío, sereno, perfectamente madurado que sabe adonde va y lo que se juega en el empeño, sin que por un momento vacile y haga valer el derecho a quedarse en la capital, a impulsos de afectos familiares, tan caros en todos los hombres. Va a Sama porque cree que debe ir y porque una voluntad fuerte y disciplinada se equilibra y pondera. Una vez más la Patria requería sus servicios y él los prestaba gustoso, caldeado su admirable espíritu militar por la eclosión rebelde. Salió de Oviedo en auxilio de la Guardia Civil, sitiada en Sama. No lejos de la capital sostuvo el primer choque con los mineros, dueños de las carreteras. Su sección disminuía alarmantemente, pero su valor indomable forzaba metro a metro el camino ocupado y casi imposible de despejar, con la vista fija en los hombres de la Benemérita acorralados y sin defensa. Llegó de Carballín con una sección desgastada por la lucha y rendida por el esfuerzo. Y antes de reponerse, una enorme población minera, bien equipada de fusiles, dinamita y bombas de mane, virulentamente agresiva y en número quinientas veces superior, le obstruía de nuevo el camino de Sama. Otra lucha dura, encarnizada. Iban cayendo sus hombres, y hostilizado por todos los flancos, coronó el objetivo que sus jefes le señalaron. Estratégicamente fortificado en unas casas inmediatas al cuartel de la Guardia Civil, barrió, en lo posible, los ángulos muertos para los fusiles de la Benemérita. Fué durante unas horas vigía y tutela de estos hombres que se debatían entre un cinturón de fuego. Hasta que se agotaron las municiones. La primera parte de su gesta estaba terminada. Pero quedaba otra. Había que llegar al cuartel sitiado, reforzarlo con sus hombres y proveerse de las municiones indispensables para continuar la lucha. Para ello había que cruzar una zona batida por el fuego de los revolucionarios. No vaciló. Reunió las fuerzas que quedaban en disposición de luchar, les arengó brevemente, dando a sus palabras la matización suficiente para inyectar nuevas energías en unos hombres agotados por el esfuerzo ininterrumpido, y al frente de ellos, con fría serenidad, consciente del peligro que había que desafiarlo frente a frente, salió de la improvisada fortaleza y bajo la lluvia de fuego y el constante explotar de la dinamita ganó el cuartel de la Guardia Civil. En él continuó la defensa tenaz, durante veintitantas horas; pero el círculo opresor se iba estrechando. El día 6, a las once de la mañana, la dinamita de los revolucionarios destruía implacablemente los muros del edificio. La defensa era imposible. Ni refuerzo, ni municiones;.pero jamás parlamentar con el enemigo. Había que aprovechar las últimas reservas defensivas consistentes en unas bombas de mano. Con ellas salió a la calle el teniente Ramos Cabello y los que aún quedaban con vida, dispuestos a abrirse paso o morir. Las lanzó contra la masa revolucionaria y el humo y el polvo de las explosiones facilitó la retirada con los guardias supervivientes. Su heroísmo y su serenidad paralizó momentáneamente el fuego, y las granadas de mano, hábilmente dirigidas, pusieron en dispersión a centenares de rebeldes. Cuando éstos reaccionaron, creyendo muertos a todos los defensores del orden, el bravo oficial y sus escasos hombres, se retiraban a las afueras de la población esperando establecer contacto con fuerzas de auxilio. Al teniente Ramos Cabello le acompañaban otros dos oficiales y dos guardias, todos heridos. Las patrullas de revolucionarios lanzados en su búsqueda registraban minuciosamente el monte de Gargantada por donde suponían que los héroes estaban parapetados. Allí los encontraron uno o dos días después y aunque extenuados, famélicos, desangrados y sin municiones, aun creían que sus fuerzas responderían al inextinguible espíritu militar que los animaba. Pero la. sed febril y la pérdida sanguínea, consumaban su obra. Uno de ellos se arrastró fuera del inútil reducto y pidió agua a una mujer que cerca pasaba. Esta denunció su presencia a la primera patrulla revolucionaria que encontró y cuando los rebeldes aparecieron dispuestos a darles caza, aquellos valientes consumieron el último esfuerzo defendiéndose con las piedras del improvisado parapeto. Fueron trasladados a rastras hasta Sama, donde un comité revolucionario los condenó a muerte. Momentos antes de la ejecución un médico del pueblo quiso ver a los gravemente heridos, llevado por sus impulsos humanitario y profesional. El héroe Ramos Cabello aún tuvo alientos para encargarle que llevara a su mujer y a sus hijos su último recuerdo y la recomendación de que éstos fueran educados en el amor a la Patria, por la que él daba su vida. Esta es la página inmortal legada al Cuerpo de Asalto por el teniente don José Ramos Cabello y fuerzas a sus órdenes. Su heroísmo glorifica a las fuerzas republicanas de que formó parte. Pero la República le debe una recompensa. Para premiar los hechos heroicos existe una Cruz Laureada de San Fernando. El teniente don José Ramos Cabello la ha ganado. Y las fuerzas vivas de Asturias, que sintieron en su carne el escozor revolucionario, la piden al unísono en un grito de justicia.
(1) NUEVA REVISTA DE ANTEQUERA, enero de 1935







Nacido el 27 de marzo de 1905. Hijo del comisario del Cuerpo de Vigilancia, don José RAMOS BAZAGA. Ingresa en el Ejército el 9 abril de 1922, ascendiendo a Teniente el 30 de junio de 1926. En el Anuario militar de 1930, aparece destinado en el Regimiento de Infantería Príncipe nº 3.
En la relación escalafonal del Cuerpo de Seguridad, de fecha 1º de enero de 1934, aparece destinado en la 18ª Compañía de Asalto de guarnición en Oviedo.


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