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jueves, 13 de febrero de 2025

HISTORIA SEMÁNTICA DEL TÉRMINO 'MAGISTERIUM'



HISTORIA SEMÁNTICA DEL TÉRMINO 'MAGISTERIUM'




«Historia, magistra vitae». 

La historia también es, en buena medida, maestra de la vida de la Iglesia. Y acercarnos con precisión crítica a sus fuentes es camino obligado para la no menos obligada reinterpretación de usos y costumbres; precisamente para no caer en arbitrariedad de ningún signo. En este sencillo artículo el autor trata de conducirnos en busca de las diferentes acepciones que la palabra 'magisterio' ha tenido a lo largo de los siglos, hasta llegar a su sentido actual. Pour une histoire sémantique du terme «magisterium», Revue de Sciences Philosophiques et Théologiques, 60 (1976) 85-97 

En la Iglesia ha habido siempre una función de enseñanza ligada sea a los carismas, sea a una autoridad dotada ella misma de carismas. Esta realidad ha sido expresada desde los orígenes por diversos términos: didaskalos (enseñante), didaskalia (enseñanza), y el gran número de palabras que desde el NT designan a los predicadores, a los que enseñan, a los que guardan la parathèkè (el depósito), la «misión para predicar" (Clemente Romano), la «praedicatio ecclesiae» (Ireneo) y el famoso «charisma veritatis certum» (Ireneo ) cuyo sentido se discute: ¿don objetivo de la verdad o carisma de función? Sería necesario también hablar de lo que encierran las palabras cathedra, «madre y maestra» (aplicado a la Iglesia romana), poder, autoridad, «derecho de enseñar y de predicar» (S. León), etc. En casi todas las épocas se ha hablado de "función de enseñar". Todo esto no son más que algunos ejemplos para ilustrar un dato previo: la palabra magisterium no ha sido la única expresión de lo que nosotros designamos hoy con ella.

«MAGISTERIUM» COMO AUTORIDAD

En el latín clásico

El término es raro en el latín clásico. Magister viene de magis (más) como minister viene de minor (menor). La antigüedad y la edad media han conocido innumerables aplicaciones del título de magister que designaba al primero o al jefe en toda clase de actividades y dominios: jefe de los jinetes, jefe de los soldados, etc. Magisterium, dignidad u oficio de un magister, ha servido para designar primeramente toda situación de jefe. Pero, en seguida, se aplicó más especialmente a la función y actividad de preceptor, profesor, doctor, consejero, ejemplo. Esta misma sucesión lógica de sentido es la que encontramos en el uso cristiano del término: un primer sentido global de autoridad y una inmediata aplicación preferencial a la enseñanza, hasta que a partir de la función oficial e incluso jerárquica de enseñanza, la palabra llega a designar el cuerpo de pastores que tienen autoridad para ejercer esta función: el magisterio. Pero esta acepción, corriente en nuestros días, no aparece con claridad antes del siglo XIX.

San Agustín

En Agustín, magisterium se refiere en primer lugar a la enseñanza; pero además, está normalmente reservado a Dios (o a Cristo), mientras que los hombres de Iglesia no tienen más que ministerium. Siguiendo a Mt 23, 10, Agustín tiene la profunda convicción de que "tenemos el magisterium en el cielo". Son innumerables los pasajes en los que lo subraya. Esta enseñanza divina toma a veces el sentido objetivo de "lección" (p. e., la tentación de Cristo como magisterio, es decir, como lección para el cristiano). Sin embargo, aparece también la expresión "dejar el cargo de aquel magisterio", referida a dejar su cargo de enseñanza. Los hombres, por su parte, no tienen más que un servicio, un ministerium: «estando de tal modo convencidos de nuestra obligación de servicio que hablemos no como magistri sino como ministri». Este par, magister-minister, es clásico. Se encuentra en Tertuliano, en Tomás de Aquino, en Buenaventura, para quien Cristo es «principalis magister» y los hombres sólo "ministeriales doctores". 

Otras fuentes 

El término magisterium conservó largo tiempo este sentido de autoridad. Aplicado a Cristo, a los pastores de la Iglesia, designa el poder que les ha sido conferido para que sean ministros de salvación. Según Lactancio, Cristo vino «para, una vez vencida la muerte, conducir, mediante su magisterio, al hombre hacia Dios». Y el Ambrosiaster (hacia 380) subraya que Jesús, al pagar el impuesto, lo hizo por él mismo, por Pedro y por todos los apóstoles, porque todos estaban como contenidos en el Salvador, a causa de su magisterio, porque era su jefe. En san León ( 591), que «el obispo sea el magister de los fieles» significa que los gobierna con piedad y rigor. 
Y san Gregorio, en la Regla Pastoral (591) entiende por magisterium (magisterio pastoral) el lugar y la función del jefe. Este mismo sentido de «autoridad aquel magisterio», referida a dejar se continúa en Juan XIX (1024) para quien magisterium Petri significa la autoridad de Pedro, su poder de atar y desatar. Lo mismo ocurre con Alejandro II: la palabra designa la autoridad que decide, incluso desde el punto de vista jurídico. Y en el Anónimo Normando (hacia 1100) significa una posición de autoridad, incluso de superioridad: ninguna Iglesia la tiene sobre otra Iglesia. 

En la Edad Media, «maestro» era el título del jefe de una corporación; magisterium, la dignidad y el cargo de «maestro». Alejandro III instituye un maestro de la Orden de Santiago (1175). Al aprobar en 1186 los estatutos de una comunidad de canónigos regulares, Urbano III emplea el término en el sentido de gobierno, autoridad, dirección. En la misma línea, están Celestino III, Inocencio III, Joaquín de Fiore, Clemente IV. Y cuando la palabra responde a la expresión clásica "madre y maestra", se matiza con una evocación de formación de discípulos por un maestro. El mismo Tomás de Aquino utiliza también magisterium en su sentido radical, el de la situación de jefe, una autoridad que decide y juzga. Y el excelente latinista que fue León XIII no olvidó el sentido original cuando usa la expresión «bini magistratus» = las dos autoridades soberanas.


«Magisterium» como enseñanza

Era normal que el mismo término que designaba primeramente una situación de autoridad o de dirección, haya sido aplicado a una función de enseñanza. Ya lo hemos visto en Agustín. Su contemporáneo Celestino I dice, refiriéndose a la actitud de Cirilo respeto a Nestorio: «Se ha esforzado en hacer volver al colega que se estaba alejando, le ha ofrecido la mano de su magisterio...» ¿Cómo traducir la última frase? «Le ha ofrecido su mano de obispo-doctor»; creemos que el sentido es éste, en lugar de "su magisterio", que sería demasiado preciso. Máximo de Turín ( 1072) rechazaba que la razón tuviera un "derecho de magisterio" en la interpretación de las Escrituras. Acceder "al magisterio de la lección divina" era acceder a la dignidad de comentar las Escrituras: precisamente se le reprochaba a Abelardo haberlo hecho "sin magisterio"; y el mismo emplea a menudo el término magisterium para designar la función y el derecho de enseñar. 

Esto era corriente en una época en la que el título de magister (maestro) se atribuía de por vida a quien había desarrollado una docencia pública. Pero todo el mundo era consciente de que sólo Dios (el Espíritu Santo) es el maestro supremo y posee el magisterio absoluto, aunque bien es verdad que, contrariamente a S. Agustín, no se duda en atribuir a los hombres un magisterium evidentemente ministerial (Tomás, Buenaventura). El texto de la Edad Media en el que el término se aproxima más a su sentido actual es, sin duda, el de Bernardo de Fontcaude cuando critica a los discípulos de Valdo que leían las Escrituras y predicaban al margen de las autoridades de la Iglesia: ni el mismo Cristo enseña directamente a Pablo y a Cornelio «para mostrar que el magisterio de la Iglesia debía ser custodiado inviolablemente». Respecto a Tomás de Aquino hay que aducir aquí, sin pretender que sea el único testimonio, la distinción que hace entre «magisterio pastoral» (el del prelado que tiene jurisdicción) y «magisterio de doctor», de tipo y valor científico; en donde se ve claramente que la palabra no tenía entonces su sentido actual (el magisterio). 

«MAGISTERIUM» COMO DOCTRINA Y COMO CUERPO JERÁRQUICO

Primeros indicios

Si magisterium se aplicó particularmente a la enseñanza, era asimismo normal que la palabra llegara a emplearse en sentido objetivo para designar el contenido de la enseñanza, una doctrina. Así lo emplean san Cipriano, Inocencio I, san León, el segundo concilio de Nicea, etc. El Exordium Mágnum del Cister llama a los monjes a seguir la enseñanza saludable o los ejemplos (magisterium) de los fundadores monásticos y de los abades. Y Guillermo de Auvernia llega a titular su gran suma teológica, Magisterium Divinale


Consecuentemente, si la palabra designaba primero una posición de autoridad y, muy pronto, conoció una aplicación particular al orden doctrinal, es lógico encontrar textos que anuncian ya la acepción moderna del término. Alejandro III (1175), por ejemplo, habla del magisterium de la Iglesia romana (de Pedro) y pide recurrir a ella en caso de problemas. Precisamente entonces comienza un desarrollo nuevo de la conciencia de una autoridad doctrinal del papa. Celestino III (1196 ), queriendo promover la vuelta de Chipre a la unidad de la Iglesia romana, escribía que Dios «concedió (a la sede romana) el principado de todo el magisterio». La palabra podría no tener más que el sentido primario de autoridad, pero se trata de la unidad de la fe y el texto continúa diciendo que «todos deben aceptar las reglas del magisterio, ya que en éste puso Cristo el principado de toda la Iglesia».
 
La Escolástica 

En la teología de los grandes escolásticos ocupaba un lugar más preciso lo que nosotros entendemos hoy por magisterium, aunque no emplearan la palabra misma. Br. Tierney hace remontar a J. P. Olivi la afirmación de una infalibilidad pontificia cuando se determina un punto de fe. Sin embargo, Olivi no da a las palabras «magisterio, magisterial» un sentido que sobrepase al que hemos rastreado, es decir, el de una autoridad de decisión. Guido Terreni, que antes de 1328 usa la palabra infallibilis (que no emplea Olivi), no utiliza el término magisterium más que en el sentido de enseñanza. A pesar de ello, con las palabras tradicionales se produce un acercamiento al uso moderno: «...La Iglesia es regida por el magisterio del Espíritu Santo, por cuyo instinto fueron escritas las Escrituras...» (Claudio Jayo). 

Si la Iglesia, pues, es regida por el magisterio del Espíritu Santo, goza de su impulso. Pero, ¿cuál es la persona, el sujeto de este carisma? La tradición es rotunda: la Iglesia misma. Ahora bien, desde la más remota antigüedad la Iglesia romana, «madre y maestra», fue afirmada y considerada como la que verifica este carisma de una manera particular. Con el correr de los siglos se ha reconocido que el carisma eclesial está personalizado por los pastores que, como ministros, ejercen, a nivel de la vida histórica de la Iglesia, el magisterio de Cristo y de su Espíritu. 


Hacia el sentido actual

 Esta visión se precisó en la eclesiología de la Contrarreforma (Melchor Cano, Belarmino, etc), en las discusiones con los jansenistas y protestantes, en las críticas de la Ilustración. En el siglo XVIII se distinguirá entre Iglesia docente e Iglesia discente y se hablará de infalibilidad activa para la primera y, para la segunda, de infalibilidad pasiva. Estas categorías llegan a ser comunes en los catecismos a principios del siglo XIX. 
Sin embargo, esto no es aún exactamente lo que nosotros llamamos hoy el magisterio, es decir, un cuerpo jerárquico preciso; todavía se trata de la función de enseñanza de la Iglesia ejercida con una autoridad que representa la de Dios; pero cada vez estamos más cerca del sentido actual. 

La expresión «el magisterio» en su acepción actual fue introducida por la teología del siglo XVIII, pero sobre todo por los canonistas alemanes de principios del XIX. Fue F. Walter quien, en la segunda edición de su Lehrbuch des Kirchenrechts (Bonn, 1823), introdujo la distinción tripartita de poderes en la Iglesia: Un poder de magisterio al lado de un poder de ministerio o de orden, y de un poder de jurisdicción o eclesiástico en particular. La distinción tuvo éxito y, a partir de entonces, el término «poder de magisterio» pertenece al vocabulario eclesiástico. Aparece casi en seguida en una encíclica de Gregorio XVI al clero suizo y en el breve contra Hermes (1835): éste ha dicho cosas absurdas, extrañas a la doctrina católica, «en particular en lo que toca a la naturaleza de la fe, la regla de lo que se ha de creer, la tradición, la revelación y el magisterio de la Iglesia». 

Igualmente Pío IX escribe en 1849 que en la Iglesia romana reside el «irreformable magisterio de la fe»; y años después (1863) hablará de la obediencia debida al magisterio de la Iglesia. Esta obediencia se reclama no sólo para las definiciones expresas de los concilios ecuménicos o de los papas, sino también para aquello que es dado como revelado «por el magisterio ordinario» de la Iglesia (DS 2875). 

El Vaticano I 

La comisión teológico-dogmática encargada de preparar el Vaticano I había precisado en estos términos el sujeto de la infalibilidad: «la infalibilidad... se halla en el magisterio». El esquema Summi Pastoris adopta abiertamente la distribución tripartita de poderes, en primer lugar el de un "magisterio visible". La palabra designaba en esta ocasión directamente una función más que un cuerpo definido; pero el sentido de cuerpo de pastores aparece frecuentemente en los oradores del concilio y, mezclado con el sentido de oficio, en el segundo esquema Tametsi Deus. El capítulo IV, en fin, del decreto Pastor Aeternus está consagrado al magisterio infalible del romano pontífice. 

Nuestro término aparece ahí dos veces, con el sentido de oficio y de actividad docente. León XIII, por el contrario, con la palabra designa claramente el cuerpo de pastores. Pío X, por su parte, emplea el término para designar a la vez la función y a los que la ejercen. 

El siglo XX 

De los últimos papas, Pío XII y Pablo VI han hecho un uso frecuente de la palabra magisterium. En este recorrido rápido que hemos emprendido, y sin pretender un balance definitivo, veamos algunos textos. Mientras que, en la Mystici Corporis (1943), Pío XII enuncia las tres funciones, pero sin usar la palabra magisterium (ésta es aplicada a Cristo), en la H u m a n i generis (1950) el término es empleado para designar el magisterio, es decir, la función o actividad jerárquica de enseñanza y, a la vez, el cuerpo de pastores encargado de ella. Aparece aquí la expresión «magisterio vivo» (recogida de allí por el Vaticano II, Dei Verbum 10). 

A partir de entonces Magisterium Eclesiae reaparece con frecuencia con el sentido de el magisterio, así en la constitución Munificentissimus (1950) sobre el dogma de la Asunción. Y el discurso de canonización de san. Pío X (1954) proclama que después de los apóstoles, sus sucesores legítimos, los obispos, son «verdaderos doctores o maestros», el papa «supremo maestro en la Iglesia», los teólogos (asociados por aquellos en el «oficio de maestro») llamados a enseñar «por el encargo que han recibido del magisterio legítimo». 

Esto es el magisterio, cuerpo jerárquico de doctores. El mismo sentido aparece en el mensaje radiofónico Inter complures (1954 ), en la constitución Sedes Sapientiae (1956 ), en el discurso Di gran cuore (1956 ), en donde se advierte a los teólogos que ellos no son los maestros del magisterio, etc. El pensamiento de Pío XII sobre el particular era muy claro y definido.



Pablo VI tiene en estas materias los mismos conceptos y el mismo vocabulario que Pío XII. En su discurso de apertura del Vaticano II (segundo período), emplea la palabra magisterium en el sentido de función; pero poco después (Incensissimo desiderio, 1964) la usa para designar el magisterio. Sin embargo, en otras ocasiones designa a la vez la función («poder de magisterio»), la enseñanza y el cuerpo jerárquico de los que la ejercen. 

Conclusión 

Podemos concluir, pues, que el término magisterium empleado para designar el cuerpo de pastores que ejerce con autoridad la función de enseñanza, es decir el 'magisterio', parece ser de uso reciente. Esta acepción se usa en Gregorio XVI y en Pío IX y es contemporánea de la serie de encíclicas que comienzan generalmente con Mirari vos. Dicha acepción llegó a ser común en Pío XII y, aunque con menos constancia, en Pablo VI.

Tradujo y condensó: CARLOS CASCALES


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