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martes, 28 de enero de 2025

LOS CAIMANES: BREVE OPÚSCULO

 LOS CAIMANES: BREVE OPÚSCULO 

Los caimanes de verdad, los auténticos y genuinos y a los que me voy a referir, entraron en la corporación a finales de los setenta y principios de los ochenta. En la actualidad estarán desaparecidos de primera línea de fuego o a punto de abandonarla. Vistieron los tres colores, y la mitad de su vida profesional estuvieron, digamos que, sublimados militarmente sin ser militares. 
Definir qué es un caimán es tarea harto difícil, puesto que no hay un caimán tipo o modelo, no abundan y probablemente sean una especie o espécimen en vías de extinción. Digamos que el refrán «más sabe el diablo por viejo que por diablo» se les ajusta como un guante. 
Son compañeros muy veteranos, que suman muchos trienios entre pecho y espalda, a quienes el peso del bagaje de su experiencia, les hace ir inclinados ligeramente hacia delante, o bien, buscar asiento a cada poco. Unos peinan canas y otros simplemente ya no tienen qué peinarse, pero todos ellos, sin excepción, tienen la mirada del león, fiera y viva, en la que se reflejan su historia vivida, sufrida y sentida, sus dificultades en tiempos difíciles, y sus servicios realizados buenos, malos y peores, los que no se hicieron porque miraron para otro lado y los que merecieron medalla y no la obtuvieron.
Constituyen una clase de policías y unos policías «con clase», son unos individuos simpáticos, caraduras, golfos, oportunistas, y que no tuvieron recelos a la hora de eludir el cumplimiento de un cargo que juraron defender con, si fuera menester, la vida, y a los que la misma vida, les fue diciendo tras enterrar a los que la perdieron, que nada había tan sagrado como para darla. 
Figuras antagónicas, pueden ser el peor de los compañeros y también el mejor. Al que quieres olvidar cuando por fin se va y al que siempre recordarás. Al que en principio, llegas a odiar y terminas por admirar. Del que temes que te toque en suerte y acabas por temer ser de él separado. El peor cuando piensas que debes de estar a su lado muchas horas y, por la diferencia de edad, sus temas no serán tus temas aún, y, por sus escasas ganas de trabajar, que son inversas a las que tienes como recién salido, harán que sientas ganas de haber estado con uno de tu promoción y maldecirás tu suerte. Pero comprobarás que resulta el mejor cuando crees no poder salir del primer problema del primer servicio complicado y compruebas que el inútil que creías tener a tu lado, lo resuelve fácilmente, y te das cuenta de que es así porque lleva toda la vida haciéndolo. Su filosofía del trabajo: hacerlo con el mínimo esfuerzo y sólo si es imprescindible; su ideología: con las máximas garantías; su doctrina: en el menor tiempo posible y su credo: a ser posible, que no trascienda y que no termine por escrito y en Juicio para no perder una mañana, porque tal y como dicen «al final nada merece la pena, ni sirve para nada», salvo su mañana. Son ingeniosos: siempre tienen la primera palabra, y además la última, hablan cuando tienen que callar silenciando al personal, con el que son deslenguados, irritantes, pero al que, por encima de todo, divierten. Adolecen de la vanidad necesaria para tener siempre una buena historia que contar, que bien vale por una clase de la escuela de Ávila. Son necios, majaderos, testarudos e impertinentes, sabedores de que su veteranía les concede un grado al que nunca renuncian y que siempre te recuerdan.
Todo lo que saben lo saben porque lo han vivido y lo han experimentado, no han leído muchos manuales, pero tampoco los necesitan porque en cierto modo los aciertos que están escritos en ellos, han sido ya sus errores que juraron no volver a repetir. Suelen ser los últimos que llegan a un servicio y los primeros en resolverlo. Los últimos que fichan por la mañana y los primeros que se van en la tarde, puntualmente siempre, antes de la hora. Han perdido la ilusión por el trabajo, pero estarán y sabrán estar, cada vez que se les necesite, porque no son vagos, simplemente ya creen haber cumplido con creces el compromiso adquirido, y haber trabajado lo suficiente y lo necesario, como para poder vivir una especie de retiro en activo, una segunda actividad aún dentro de la primera, un quehacer diario a medio gas. 
El «nuevo» les mirará con desdén, pero con el tiempo, y a fuerza de verles actuar acabará admirándolos cuando las cosas se hayan puesto feas y vea la segura forma en que las resuelven. Quizás acaso algún día, cuando pasen los años, se diga a sí mismo: ¡Qué razón tenía el jodío! No son los más íntegros ni los más temerarios, ni los más justos, no son tampoco los más instruidos, pero saben lo que no está escrito.
Casi siempre denostados por los jóvenes, a menudo desacreditados por sus contemporáneos; sin embargo una cosa ten por segura, siempre responden cuando el compañero está en peligro, siempre tienen una vía de escape para salir de los atolladeros y siempre saben qué decir, y, lo que es más importante, qué callar al jefe y al requirente. El caimán sabe que lo es y se precia de serlo, casi que presume de ello. No se arredra ante la diversidad y, cuando se le conoce más, goza del respeto tanto de los jefes, como de los nuevos. Nunca se le pillará en un renuncio aunque sea parte de él. Y por mucha mierda que se le eche… siempre saldrá a flote. 

P.S.: Como rendido homenaje a todos los caimanes que, a su pesar, y pese a todo, me enseñaron lo poco que sé.


@Humberto 2006 

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