Un chiquillo enamorado del mundo
del cine, crece al lado de un viejo proyeccionista que le enseña lo que sabe
acerca del 7º arte, la vida y el amor. Sus acciones habrán de influir al chico
aún muchos años después.
¡Bienvenidos!, Bienvenidos aquellos que han extraviado en el tiempo la historia
de un amor inconcluso; bienvenidos aquellos que dejaron lo conocido y lo
familiar en pos de un sueño prometido; bienvenidos esos que pensaron que la
distancia y el tiempo eran el mejor paliativo para el dolor y bienvenidos todos
los que se han sentido extraños en medio de pueblos conocidos.
Tarde gris, el viento camina de puntillas sobre
las vías; en la plataforma, un viejo ciego abraza a un adolescente mientras le
susurra al oído: «Este pueblo está maldito. ¡Vete!, vete y no vuelvas nunca. Y
si algún día te gana la nostalgia y regresas… No me busques. No toques a mi
puerta porque no te abriré. Busca algo que te guste y hazlo, ámalo como amabas
de niño la cabina del Cinema Paradiso. Desde hoy, ya no quiero oírte hablar;
ahora, quiero oír hablar de ti». Toto, el chico, sube al tren y lanza el último
adiós a Fredo, el viejo, su amigo y mentor; con la mano también despide a su
madre y hermana. Una nueva vida llena de éxitos le espera en Roma… aunque su
corazón, por siempre hecho pedazos, se ha quedado eternamente en la localidad
de Giancaldo.
En 1989, el alma del público se arrobó con una
cinta italiana que terminó convirtiéndose en un clásico de la cinematografía
mundial aún antes de ganar el Oscar a mejor película extranjera. No obstante,
no era un secreto que Miramax había recortado el proyecto original de Giuseppe
Tornatore en más de una hora. Tuvieron que desprenderse cinco años del
calendario para que hoy, pudiéramos apreciar la historia original tal y como la
concibiera su creador; no obstante he de decir que lo visto en aquellos días y
lo que se ha lanzado hoy al DVD, son prácticamente dos películas distintas.
Ese año, fuimos testigos de la historia de un cine
a través de los ojos de un niño, que más tarde se haría hombre y perdería, por
convencionalismos sociales al amor de su vida. Hoy, el argumento es distinto;
se trata de la vida de un hombre a través de la mirada del cine, un hombre que
extravía la razón de su existir ante un error ciego y desgarrador que fractura
la vida de dos amantes cuya historia no pudo ser.
Para aquellos que no han visto este diamante
visual, Toto o Salvatore es un niño que vive con su
madre y hermana en el pueblo de Giancaldo, una provincia diminuta en la Italia
de la posguerra; su padre ha muerto en batalla en algún lugar de Rusia. El
pequeño es un buen estudiante y su único defecto es un amor irrefrenable por el
cine; todas las tardes, el ragazzo se lanza al Cinema Paradiso, la única sala
del pueblo; allí forja una amistad con Alfredo, el cácaro o proyector, quien le
enseñará la magia del 7º. Arte y sus legendarios personajes; de este modo, el
chico no tendrá mas amistades que Marlon Brando, John Wayne, Greta Garbo,Clark
Gable y Charles Chaplin. Los años transcurren, Toto crece y con la adolescencia
le llega el amor en la persona de Elena, una deslumbrante joven que despide luz
de sus ojos azules y ha arribado a estudiar al pintoresco lugar. Los padres de
ésta, pertenecientes a la clase alta europea, tratarán de impedir a toda costa
la relación, pues Toto es descendiente de una familia pobre.
Contada de este modo, Cinema Paradiso
podría parecer otra cinta más del género dramático, no obstante la actuación
demoledora de Philippe Noiret como Alfredo, la exquisita música de Ennio y
Andrea Morricone, las enseñanzas de un viejo que sueña ver triunfar a un niño,
el amor incondicional y absoluto de Salvatore por Elena y las metáforas
maravillosas con el mundo del cine que flotan en el mismo aire de la
producción, hacen del producto una obra maestra de la narración universal, una
tragicomedia humana en la que todos en algún momento nos sentimos
identificados, reconociendo en nosotros mismos la magia y la agonía de ser
humanos.
Para los que nos sentamos en las butacas del
Paradiso en 1989, muchas interrogantes se quedaron en el aire, especialmente
aquellas indefinidas entre Elena y Salvatore. Durante muchas noches pudimos
preguntarnos y qué hubiera ocurrido si… Bueno, pues la versión del director
contesta de forma contundente estas preguntas, aunque es seguro que a muchos no
habrá de gustarles la forma en que lo hace, ya que es hasta hoy cuando
entendemos la intencionalidad de una de las frases de Alfredo: « La vida, Toto,
no es como las películas, es más dura, más difícil».
Es tan dramático el cambio de sentido de una
versión a otra, que al final pensamos haber visto dos películas distintas, ya
que el material añadido, parece suficiente para una secuela; no obstante, los
ecos de una relación imposible aún se oyen en el viento; Calisto y Melibea,
Cyrano y Roxane, Romeo y Julieta, Salvatore y Elena…
Nuovo Cinema Paradiso es una oda
a las salas de antaño, aquellas que dieron verdadera vida al cine; un canto a
las estrellas del Hollywood de la época dorada y un viaje a las emociones más
profundas de todo aquel que ha amado y se ha apasionado por una cosa o una
persona. Sin embargo, es también una metáfora excelsa del amar sediento, del
sueño irremediablemente imposible, de la preferencia de la agonía callada al
conformismo hablado. Nuovo Cinema Paradiso es un retrato del alma humana, de
los ideales idos y las esperanzas no cumplidas que de cualquier forma, en su
recuerdo y en los azares del reencuentro pueden otorgarnos la felicidad.
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